Anda la gente debatiendo si estamos en Barcelona, capital de la República Catalana, o en Barcelona, capital de una comunidad autónoma intervenida. Y la cosa va por barrios y por la querencia del interpelado. Vamos, que de momento no se nota gran cosa esta realidad dual y paralela cuando uno pasea por este prolongado verano. De momento.
Ha sido un sábado raro, de resaca para los que celebraron la proclamación republicana y de cierto alivio para los que aguardan el desembarco de Soraya Puigdemont Sáenz de Santamaría i Junqueras con su ejército de subsecretarios y la tropa española. Ni siquiera la comparecencia de tres minutos en mensaje grabado del president ha elevado el ánimo de quienes se disponen a construir la república porque, salvo decir que no se siente cesado, no ha habido más consigna para ese independentismo que se ve otra vez en una encrucijada.
Hay alguna certeza y muchas dudas, algo ya habitual en los tiempos revueltos que le está tocando vivir a la sociedad catalana. La primera certeza es que se ha llegado a ese punto por el que tanto han trabajado durante un lustro quienes han cantado Els Segadors hasta quedarse roncos para celebrar el advenimiento republicano. La segunda certeza es la que siembra dudas: esto no sale gratis y Rajoy no ha perdido el tiempo en recordarlo.
A partir de ahí, todos son dudas. Puigdemont dice que no se siente cesado, pero no ha convocado el Govern ni ha pisado el Palau de la Generalitat. No participar en las elecciones del 21-D convocadas por la vía del 155 supone resistir en una legalidad paralela a la española, lo cual es muy épico y consecuente con el proceso constituyente republicano, pero muy complicado. Se necesitan estructuras legales activas, control del territorio, trabajo internacional y, sobre todo, dinero. Hasta donde se sabe, carecen de esa caja. Hasta el sueldo les han quitado tras la publicación en el BOE de las primeras medidas aprobadas en el Senado español.
La hipótesis sobre los próximos movimientos que dará el soberanismo son varias y van desde un boicot activo hasta una lista conjunta (otra vez), aunque hay coincidencia en el apartado de la resistencia pasiva frente al desembarco español que suspende el autogobierno. Atentos al lunes, porque en algún momento veremos la toma física de esas instituciones y advierto aquí algo que hemos comprobado por experiencia: nunca menosprecies la capacidad del Gobierno español de meter la pata.
Porque si hay dudas en el soberanismo, está por ver los pasos del unionismo. Ciudadanos y PP están ya en abierta campaña electoral, como si esa convocatoria no fuera fruto de lo más parecido a un golpe de estado que se ha vivido en el seno de la Unión Europea, ajenos a que para ejecutar sus deseos tendrán que volver a usar la fuerza, violencia legítima del Estado le llaman, al estilo de la que ya desplegaron el 1-O. Y si las fuerzas soberanistas concurren, o retuercen más la ley para ilegalizar partidos, o jamás conquistarán en buena lid la Generalitat. ¿Qué hará la nueva virrey española en Catalunya? ¿Volver a aplicar el 155 cuando vea que los catalanes votan mal y persisten en el error de querer ser independientes y republicanos?