gasteiz - La figura del lehendakari Urkullu, que desde hace semanas intercede entre las partes para buscar una solución al problema catalán, cobró ayer un protagonismo central en todo el Estado tras publicar El Periódico de Catalunya que el pasado miércoles una delegación de empresarios catalanes comandados por Juan José López Burniol, Marian Puig, Emilio Cuatrecasas y Joaquim Coello viajaron a Gasteiz para recabar su mediación directa y a contrarreloj en el conflicto.

Urkullu, señalaba el diario, preguntó a Puigdemont si estaría dispuesto a convocar elecciones autonómicas y aparcar la declaración unilateral de independencia si el Gobierno central renunciaba a aplicar el artículo 155 de la Constitución española, y el president respondió que sí vía correo electrónico. Según El Periódico, la oferta contemplaba que posteriormente catalanes y vascos unieran sus fuerzas para trabajar en una reforma de la Constitución llamada a aliviar las tensiones territoriales en el Estado.

En cuanto saltó la noticia, el eje mediático de la jornada se trasladó por unas horas al Parlamento Vasco, donde el lehendakari asistía al Pleno ordinario. Entre votación y votación, la prensa trataba de arrancar unas palabras a Urkullu, que se limitó a decir que estaba “tranquilo”. La situación en aquel momento de la mañana parecía decantarse en un sentido, para disgusto de los independentistas catalanes que seguían dispuestos a ir a la desconexión con o sin 155. Eso sí, quedaba la duda de si la otra parte, el Gobierno español, aceptaba el compromiso de no aplicar el artículo 155 aun aprobándolo en el Senado.

Todo lo ajeno a la cuestión catalana parecía accesorio e irrelevante. Daba igual que en el Pleno de Gasteiz se debatiera sobre los vertidos en los ríos, las viviendas vacías o las víctimas de violencia de género, porque la atención estaba puesta en los pasillos. Puigdemont iba a comparecer a las 13.30 para convocar elecciones autonómicas y a continuación lo haría en la Cámara vasca el presidente del PNV, Andoni Ortuzar. Como es costumbre de la casa, posteriormente le sucederían los representantes de los partidos en la sala de prensa del Legislativo vasco. Sin embargo, Puigdemont retrasó su comparecencia una hora, y el lehendakari seguía sorteando a los medios al acabar cada votación, a la espera de acontecimientos o quizá tratando de influir en los mismos. Luego el Govern anunciaba que no iba a haber comparecencia. Como viene ocurriendo en las últimas semanas, el escenario de una hora no se parecía en nada al de la siguiente. Lo que sucedía bajo la luz y los taquígrafos daba pistas sobre una negociación que seguía en marcha de forma soterrada, extraordinariamente intensa, y con múltiples actores.

De hecho, aunque en la mañana de ayer fue la intermediación del lehendakari la que más protagonismo acaparó, se hablaba del papel del secretario general del PSC, Miquel Iceta; del PSOE, que sí apostaba como Urkullu por aparcar el 155 si se convocaban elecciones autonómicas, e incluso del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

ubicación privilegiada Nada acabó por fructificar en un acuerdo entre las partes, como no lo han hecho los repetidos intentos de Urkullu, desde sus artículos en la prensa internacional hasta las declaraciones institucionales emitidas cada vez que el conflicto entraba en la enésima fase de ebullición.

En todo caso, su ubicación en la crisis catalana es privilegiada para buscar acuerdos. Por un lado, gobierna con los socialistas y tiene hilo directo con el Gobierno central tras el restablecimiento de relaciones entre PNV y PP del último año, los respectivos apoyos presupuestarios y los acuerdos alcanzados entre los ejecutivos de Gasteiz y Madrid. Por otro, en Barcelona se escuchan sus propuestas dada la histórica relación entre nacionalistas vascos y catalanes. Además, se reunió este año con el propio Juncker. Urkullu exploró también esta vía con una carta al presidente de la Comisión que sin embargo no dio frutos.