Barcelona - El Govern de Carles Puigdemont, además de sus intentos por lograr una mediación internacional en su conflicto con el Gobierno español, está haciendo grandes esfuerzos para que la Iglesia católica ejerza un papel de interlocución. La responsabilidad para lograr este objetivo ha recaído en el vicepresident Oriol Junqueras, que ayer se reunió con el arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, con quien ya mantuvo un encuentro el pasado 20 de septiembre en el Palacio Episcopal de la capital catalana.
La reunión de ayer se produjo tan solo unas horas después de que el presidente español, Mariano Rajoy, llamara a Omella y al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, con quienes se entrevistó el martes por la tarde en Moncloa. El líder del PP también está tratando de cuidar este flanco tras el malestar que provocó en su gabinete la declaración institucional del día 27 de la Conferencia Episcopal Española que preside Ricardo Blázquez, que apeló al “camino del diálogo, del entendimiento, del respeto a los derechos y a las instituciones, y de la no confrontación”. Blázquez, que fue excluido a propósito de la reunión en Moncloa, dijo ayer que garantizar el “orden constitucional” no es incompatible con “el diálogo”. Agregó que, incluso en esta situación, “la concordia es posible”.
En el caso de Junqueras, llama la atención que el mayor peso del diálogo con los obispos haya recaído en el dirigente de la republicana ERC en lugar de la otra pata de Junts pel Sí, el PDeCAT. Además de la relación fluida que el Govern mantiene con el Arzobispado de Barcelona, otro de sus principales apoyos se sitúa en el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, a quien se le atribuye un hilo directo con el Vaticano. De hecho, el pasado mes de mayo Soler aseguró que el papa Francisco está “perfectamente al corriente de lo que sucede en Catalunya”. Agregó que “el Vaticano reconoce normalmente a todos los estados nuevos que se crean y, por tanto, creo que reconocería a Catalunya”.
Contra la violencia En este escenario, Rajoy sabe que parte de una posición de desventaja tanto por el perfil moderado que exhibe la Conferencia Episcopal, como por los múltiples pronunciamientos de los obispos catalanes en favor del procés o, como mínimo, del diálogo. Tras la jornada de represión policial que se vivió el 1-O en Catalunya, el arzobispo Joan Josep Omella calificó de “deplorable la situación de violencia” y llamó a encontrar una salida “pacífica y democrática” al conflicto.