El empeño en reducir el procés -ya en sus horas más vertiginosas y cruciales- a un mero problema legal (la Constitución), jurídico y policial es la patraña que pretende esconder que, cuarenta años de negacionismo y ninguneo después, la desconexión ya es total en centenares de miles de personas, y no solo catalanes.

Nadie sabe qué acontecerá pasado mañana. Seguramente habrá muchos votos pero no un referéndum, sino algo “lo más parecido posible”, como dice Ada Colau. Con o sin papeletas, con o sin urnas, se mostrará la voluntad mayoritaria del pueblo catalán de decidir su futuro. A diario, en las calles, se percibe que los ciudadanos se sienten libres, liberados, y así se expresarán.

Los días previos al 1-O no están siendo precisamente edificantes desde el punto de vista democrático, jurídico, político ni mediático. Ayer hubo tres pronunciamientos ajenos -unos más que otros- a Catalunya y España tan esclarecedores como desconcertantes, tan ajustados a lo que acontece como in-quietantes, tan parciales como piezas imprescindibles del puzle. La Comisión Europea insistió en que respeta “el orden constitucional” español, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU exigió a España que respete “los derechos fundamentales en respuesta al referéndum catalán” y calificó de “preocupantes” algunas de sus medidas represivas, y Reporteros Sin Fronteras denunció presiones, acoso y hostigamiento, sobre todo por parte de los independentistas y del Govern, aunque también las “maniobras intimidatorias del Gobierno central español”. En resumen, en Catalunya hay una “atmósfera tóxica”, un “clima irrespirable”.

Es fácil escribirlo desde la distancia, pero nadie lo está haciendo bien. Y, sin embargo y pase lo que pase el domingo y días posteriores, cada vez es más seguro, aquí y fuera, guste o no, que deberá haber un referéndum. Que el 1-O pase cuanto antes. Que no haya incidentes ni sucesos irreversibles. Catalunya necesita mesura, bajar la adrenalina. España precisa cordura y menos testosterona. La UE tiene la obligación de intervenir, de mediar. Debe escuchar a la ONU y garantizar “los derechos esenciales de las sociedades democráticas”. Hacer que en Europa votar no sea algo épico.