Fiel a su singular filosofía política, Mariano Rajoy ha ido depositando todas sus esperanzas en el avance de las manecillas del reloj como método para deshinchar el globo independentista. Su impertérrita postura ante las crecientes demandas del Govern exacerbó aún más las tensiones, pero no tuvo más remedio que pasar a la acción cuando ya no tuvo más remedio, tras la aprobación de la ley del Referéndum y la ley de Transitoriedad. El presidente español activó entonces toda la maquinaria para oponerse al proceso soberanista con media docena de recursos ante el Tribunal Constitucional y con el efectivo papel de la Fiscalía.
Rajoy insiste en que el referéndum no tendrá lugar, y cree que la jornada del 1 de octubre no tendrá ninguna consecuencia práctica para el futuro político de Catalunya. Una vez pasada la convocatoria, tratará de recuperar la voz cantante entre nuevas e imprecisas apelaciones al diálogo, una fórmula cuyo fracaso ha desembocado en decisiones unilaterales.
Es consciente de que el proceso soberanista ha llegado a un punto de fricción nunca antes visto y que debe remangarse para aliviar las tiranteces. El escenario que prevé después del 1-O es una nueva convocatoria de elecciones autonómicas, las cuartas en siete años. La cita obligaría a revisar la coalición de Junts pel Sí, en la que pocos dudan de que ERC debería tomar las riendas ante el desvanecimiento de la antigua Convergència. Incluso es probable que no haya coalición. Moncloa prevé que Oriol Junqueras será el próximo inquilino del Palau de Sant Jaume y que deberán establecer con él nuevos cauces de diálogo. Aunque parezca paradójico por su mayor lejanía en el espectro político, el vicepresident tiene una relación más fluida con Madrid que Puigdemont por su interlocución con Sáenz de Santamaría, más frecuente que la de sus superiores.
El jefe del Ejecutivo español se incorporará al tablero de juego con las cartas boca arriba. Después de la ya anunciada lluvia de 4.200 millones de euros en infraestructuras, ofrecerá una mejora para el sistema de financiación catalán, aunque no presentará nada parecido a un Concierto Económico.- X. G.