Es el único mecanismo que la oposición puede emplear para hacer caer al Gobierno español, pero jamás ha salido adelante en democracia. Unidos Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, presentará una moción de censura contra el ejecutivo de Rajoy en el Congreso este próximo martes, 13 de junio, pero la falta de apoyos abortará una maniobra parlamentaria que ha sido testada dos veces con anterioridad. La primera se llevó a cabo en 1980 contra el entonces presidente Adolfo Suárez bajo la firma del PSOE de Felipe González, pero el dirigente andaluz también probó de su misma medicina siete años después, cuando el líder de Alianza Popular Antonio Hernández Mancha trató de desalojarle. Ninguno logró pasar el corte, fijado en la mayoría absoluta de 176 parlamentarios.
La tercera moción de censura tendrá como principal protagonista a Pablo Iglesias. Unidos Podemos, que activará este mecanismo parlamentario ante los casos de corrupción que salpican al PP, busca obtener réditos del debate. Pero las mociones de censura son armas de doble filo. Han hecho emerger al líder de la oposición o han sepultado su trayectoria política. La apuesta es arriesgada. De hecho, los mentideros políticos madrileños aseguran que algunos diputados morados no ven con buenos ojos el momento elegido por la dirección. Acatan su decisión, pero no la gestión de los tiempos. El PSOE, al que Iglesias ha presionado hasta la extenuación mientras estaba en un proceso de primarias repleto de tensiones que ha vuelto a coronar a Pedro Sánchez, apunta a la abstención, al igual que el PNV. Ciudadanos queda al margen. Por ahora solo parecen confirmados los apoyos de EH Bildu y ERC.
Los números no dan para sacar del poder a unos populares que habrían caído en brazos de la “parasitación” de las instituciones en beneficio propio y del de “los grandes intereses empresariales y las élites económicas”. Así lo argumentó Unidos Podemos en la exposición razonada del recurso parlamentario, y así lo viene manteniendo durante los últimos días en una operación política que se cuece a fuego lento. A la vista de que tienen asumido que no cuentan con posibilidades de éxito, la táctica a seguir podría asemejarse a la protagonizada por González en 1980. “Hace 37 años, en unas circunstancias mucho menos graves que las actuales, se presentó una moción de censura que no prosperó pero que señaló un futuro de cambio”, señalaron, evidenciando cuál es el rumbo a tomar. Tanto es así que la pasada semana Podemos dijo focalizar la moción como “paso previo en el camino al desalojo del PP”.
La estrategia Iglesias es su candidato para sustituir a Rajoy, pero más que al debate, su partido parece mirar al día después. Tratarán de mostrar la soledad del presidente español -que podría obtener tan solo el apoyo de su partido-, aunque podrían caer en sus propias redes para proyectarse en ese mismo espejo. Les quedan apenas horas para convencer a 176 diputados, una situación harto difícil de lograr pero, en su defecto, podrán aprovechar el tirón mediático de una sesión de semejante calibre para convencer a los españoles de que pueden ser la alternativa a Rajoy. Rentabilizar el creciente malestar ciudadano por la ola de corrupción que sacude a los populares es la estrategia, pero las mociones de censura tiene su extra. Son propositivas: además de derribar al ejecutivo se debe demostrar que se es alternativa.
Iglesias podrá “exponer el programa político del Gobierno que pretende formar” y tratará de mostrar “perfil estadista”, y la portavoz morada, Irene Montero, interpretará el papel de azote del ejecutivo del PP. Ambos tendrán la oportunidad de exponer sus argumentarios sin límite de tiempo, mientras que los portavoces del resto de grupos parlamentarios contarán con media hora de exposición y 10 minutos de réplica. Por otro lado, si durante los pasadas días se dio por supuesto que Rajoy delegaría esa función en sus primeras espadas parlamentarios -Rafael Hernando o la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría-, ahora es muy probable que él mismo tome la palabra.
La fórmula de la moción de censura es tan sencilla como los preceptos que deben cumplir los partidos que la presentan. Superado el listón de concitar el apoyo de la décima parte de los diputados -35 parlamentarios que Podemos y sus confluencias cumplen con holgura-, el siguiente paso es dirigir un escrito motivado y nombrar un candidato a la presidencia, papel que recae en Iglesias. Activado el trámite sin sobresaltos pero creada la polémica en torno a la fecha elegida por la presidenta de la Cámara Baja, Ana Mato, la cita está fijada este martes a las 9.00 horas.