No hubiera sido mala idea el intento de fundar un partido abertzale de carácter socialdemócrata, en un momento histórico en el que la socialdemocracia parecía la apuesta de progreso con más futuro en el occidente europeo. No hubiera sido mala idea, de no haberse complicado el intento con una fuerte dosis de personalismo en su origen y con la presencia por entonces pujante de Euskadiko Ezkerra como más mediática competencia. Fuera como fuese, Eusko Alkartasuna nació potente y encontró su espacio hasta el punto de hacer tambalear al partido nodriza, el PNV, al que costó unos cuantos años recuperarse de la escisión abriéndose en su base una herida que a lo largo de los años no termina de curar.
Espoleada por la novedad y amparada con un muy interesado apoyo mediático, la nueva formación irrumpió en el escenario político vasco con la intención de ocupar un espacio institucional destacado, lo que se pudo constatar sobre todo en Nafarroa y Gipuzkoa, hasta que las circunstancias adversas y la fatiga de transitar en tierra de nadie le obligaron a arrimarse a la casa del padre en gobiernos de coalición, con otros competidores en acuerdos puntuales, en alianzas indeseadas obligadas por la dureza del terrorismo.
Transitó Eusko Alkartasuna con desigual fortuna por la escena política vasca, mientras el PNV se recuperaba progresivamente de la escisión demostrándose una vez más la enorme dificultad que supone enfrentarse al aparato fuera cual fuese. Su retroceso electoral fue progresivo a partir de finales de la década de los 90, circunstancia que obligó a reiterar alianzas diversas con la percepción de muchos de sus afiliados de que el partido se iba diluyendo.
El punto de inflexión puede datarse en otoño de 2008, cuando EA buscó junto a la izquierda abertzale la constitución de un polo soberanista. Era una propuesta que respondía a la estrategia de acumulación de fuerzas promovida por ETA como condición para un eventual abandono de la lucha armada. Su inclusión en el polo soberanista le llevó a presentarse en solitario a las elecciones vascas de 2009 con un resultado penoso, perdiendo seis de sus siete parlamentarios, provocando la dimisión de Unai Ziarreta, su secretario general, que fue sustituido por Pello Urizar tras un congreso extraordinario en junio de ese mismo año. La línea estratégica a seguir, ya sin reparos hacia una previsible confluencia con la izquierda abertzale histórica, provocó la escisión del sector que se denominaría Hamaikabat y debilitaría aún más al partido fundado por Carlos Garaikoetxea.
En 2011, en torno a la izquierda abertzale histórica EA se integró en la coalición Bildu junto a Alternatiba, escisión de Ezker Batua-Berdeak. Constituido Sortu como partido representativo de la izquierda abertzale, Bildu pasó a denominarse Euskal Herria Bildu integrando al nuevo partido, a EA y a Alternatiba y sumando posteriormente a Aralar tras un proceso de debilitamiento similar al del partido liderado por Urizar.
Las circunstancias que fueron conduciendo a EA hacia la supervivencia dentro de la coalición EH Bildu, le han colocado en clara situación de inferioridad dentro de una alianza estratégica en la que, como suele ocurrir, a la larga el partido hegemónico es implacable para imponer sus normas. La historia en el recorrido político de la izquierda aber-tzale es significativa en este sentido. Por poner como fecha inicial de la coalición Herri Batasuna 1978 y la Mesa de Alsasua, fue tan clara la hegemonía del partido, HASI, y sus independientes afines, que ESB y LAIA desaparecieron y ANV quedó como testimonial. El denominado centralismo democrático como norma de funcionamiento fue fagocitando al resto de componentes de la coalición.
El partido (antes HASI, ahora Sortu), por encima de todo y de todos. Por eso, el denominado sector crítico de Eusko Alkartasuna se ha tentado la ropa antes de arriesgarse a perder definitivamente las señas de identidad de su partido, ya debilitado tras los sucesivos desastres electorales. La renovación de EH Bildu, según interpretan los críticos, orienta el camino hacia el partido único. Y no se fían. Tampoco se fía el fundador, el lehendakari Carlos Garaikoetxea, que teme la desintegración del partido que con tanto riesgo creó y con tanto empeño ha defendido. El fundador advierte serio peligro para la supervivencia.
Y es que la experiencia y la historia hacen sospechar que EA acabe diluida en un corral en el que Sortu -partido hegemónico- es el gallo dominante. Con ese temor, creen los críticos que fundado, EA ha entrado este fin de semana en su congreso.