Una de las fotografías más utilizada por los medios de comunicación durante las últimas semanas para ilustrar el grado de implicación de los diferentes responsables del PP en la corrupción, es la del primer gobierno de José María Aznar.

Un gobierno en el que prácticamente todos los allí retratados están detenidos, imputados o investigados en distintos casos de corrupción. Lo que nos demuestra que ni son “casos aislados”, ni son las “actitudes de algunas personas” y que la corrupción; el cohecho: el tráfico de influencias; la malversación de caudales públicos y el blanqueo de capitales llevan mucho tiempo anclados en el Partido Popular.

A todo ello, más aún a la luz de las revelaciones de las últimas semanas, hay que añadir el absoluto desprecio del PP por la separación de poderes y la firme creencia de que los fiscales, jueces y responsables de las investigaciones se pueden poner y quitar al antojo del gobernante de turno.

Sin embargo, una vez más y por increíble que parezca, da la sensación de que todo ello no le va a pasar ninguna factura al PP, por más que Unidos Podemos se empeñe ahora en presentar una moción de censura.

Unidos Podemos sabe -no en vano muchos de sus dirigentes provienen del 15M- que es mucho más sencillo unirse en contra de algo que construir una alternativa, y que tal y como ha gestionado el anuncio de su moción de censura, la misma está condenada al fracaso antes, incluso, de su presentación.

Supongo que los ideólogos de la formación morada, habrán pensado que es mayor el beneficio de presentarse liderando la oposición que el perjuicio de evidenciar que no hay, hoy por hoy, posibilidades reales de sustituir a Mariano Rajoy y que si le salió bien a Felipe González también les saldrá bien a ellos, pero me temo que se equivocan.

Una moción de censura en la que el tercer partido del arco parlamentario se ve obligado a proponer a su propio líder como alternativa al presidente del gobierno, va a suponer que acabará siendo Pablo Iglesias quien tenga que defenderse de los ataques del resto de formaciones y no Mariano Rajoy, quien podrá ventilar el debate en 30 segundos, simplemente certificando lo obvio, es decir, que va a ganar la votación.

Si lo único en lo que parece que pueden estar de acuerdo todos los partidos es en que el Partido Popular no puede irse de rositas de los casos de corrupción, me parecería mucho más efectivo que se le aplicase una suerte de cordón sanitario o aislamiento, de tal forma que quedara en evidencia que es el PP con sus corruptelas y no todos los demás los que provocan la ingobernabilidad.

Un PP aislado con el que nadie habla, pacta, negocia, que no pueda aprobar los presupuestos de ninguna de las instituciones que gobierna y que sea incapaz de sacar adelante ninguna iniciativa en todos los lugares donde no tenga mayoría absoluta, será un PP debilitado que, probablemente, no tendrá más alternativa que convocar elecciones y entonces, cabe esperar que la gente reaccione.

Eso sí, el aislamiento debería ser de todos los partidos, y acordado antes de anunciado.