Hace 25 años -parece una eternidad, pero era 1992-, la entonces dirigente de la Mesa Nacional de HB, Itziar Aizpurua, afirmaba durante un homenaje a tres miembros de ETA muertos en enfrentamiento con la Guardia Civil un año antes que habían muerto “tres gudaris, tres hijos del pueblo que habían salido de sus casas para luchar por las libertades de este país”. Dijo también que los nombres de esos etarras “se inscribirán con letras de oro en la historia de este pueblo”. Añadió que si “hoy podemos hablar en euskera por la calle, que haya ikastolas e incluso dos estatutos aunque sea con cotas limitadas de poder” era uno de los “logros de la labor de ETA”. “No es de extrañar que exista una lucha armada que tiene objetivos políticos que cumplir”, recalcó. Es un ejemplo entre muchos. Es muy probable que Aizpurua esté presente mañana en Baiona. Como ella, habrá muchos con idéntico pensamiento que irán a saborear el desarme de ETA. Incluso está escrito: algún articulista ya ha anunciado su presencia, orgulloso del pasado, para brindar y cantar en un día histórico.

Ese es, en efecto, el gran peligro de la escenificación de Baiona. Creo que se está perdiendo lo esencial del hecho del desarme, que es su mismo significado simbólico. Incluso el anuncio de la Audiencia Nacional de que requerirá a Francia información y datos sobre las armas es pura escenificación en esta ceremonia de la confusión que tendrá su gran hito en 24 horas. La foto de mañana viene precedida de otras tres, también simbólicas: la de los partidos y sindicatos excepto el PP; la de los populares aislados en el Parlamento y protagonizando un acto alternativo esta tarde; y la de los ex Basta Ya-Foro Ermua clamando contra el “chantaje”, la “falsificación de la historia” (del relato) y la “impunidad”.

En todas estas fotos hay un denominador común: apelan a la sociedad civil. Miles de personas irán a Baiona, muchos estarán hoy con el PP, miles han firmado el manifiesto de Savater, Pagazaurtundua, etc.

Estamos, por tanto, dividiendo sociedades civiles. Peligroso. El consenso social es sumamente dificultoso y, en consecuencia, lograrlo es un tesoro. Honestamente, creo que el consenso social no está ni en el acto de Baiona de los artesanos ni en el de Gasteiz del PP ni en el manifiesto de Donostia, aunque los tres tengan su valor. No está en la reivindicación o blanqueamiento de la historia de ETA y de los “gudaris” ni en el discurso vengativo ni en el relato único de buenos y malos, vencedores y vencidos. Sí está en el Parlamento Vasco, en poner en valor el desarme como un gesto que indica el fin del proyecto de ETA sin lograr uno solo de sus objetivos.

Sería deseable no hacer de este esperado final una batalla entre sociedades civiles. No solo porque sencillamente no existe, no es real, sino porque sería brindarle a ETA un pírrico, póstumo e injusto triunfo.