Si las sentencias del Tribunal Constitucional eran ya muy previsibles, a partir de esta semana lo van a ser mucho más. No es que ponga en tela de juicio la capacidad técnica de quienes lo conforman, sus conocimientos jurídicos están fuera de toda duda, pero los acuerdos políticos previos que les dan acceso a este órgano hacen que salte por los aires la pretendida independencia a la hora de emitir sus dictámenes.
De los doce (¡solo dos mujeres!) integrantes, siete lo son a propuesta del PP y cinco a propuesta del PSOE. Entre ellos hay mucho ex alto cargo con gobiernos de ambos signos y hasta exmilitantes de los partidos en cuestión. Este último asunto es interesante, porque ese mismo órgano tuvo que hablar en su día sobre su propia composición, que tiene tela el asunto. Vino a decirse a sí mismo, que no se trata exactamente de un órgano judicial (sus miembros no pertenecen al Poder Judicial) y que por lo tanto pueden militar en partidos políticos.
Pero la nota no era una mera aclaración técnica. Era una respuesta a la petición de recusación de varios miembros del Tribunal Constitucional en el caso del recurso al Estatut de Catalunya que había presentado el PP. Cierren el círculo: PP recurre lo que refrendó la ciudadanía catalana y afiliados de este partido, que ya se habían manifestado con anterioridad en contra del autogobierno catalán, firman la sentencia. ¿De verdad les extraña la respuesta ciudadana ante este atropello? Por acercarlo más, ¿se acuerdan de cuando Jiménez de Parga se refirió a Ibarretxe como “un lehendakari de Oklahoma” cuando se presentó su plan que dibujaba un nuevo estatus para Euskadi?
Pero esto de la previsibilidad no es sólo referido a las disputas territoriales, resulta aún más evidente cuando abordamos cuestiones sociales. Imaginen más recursos, por ejemplo, ante una nueva ley del aborto de un Gobierno con apoyo de izquierdas (y sin renovación del Constitucional, que las cosas de palacio van despacio) ¿No apostarían a un 7-5?
Dicen los que se empeñan en defender la independencia del Tribunal Constitucional con el actual modelo que en sus sentencias también ha habido fallos favorables a partes que, en principio, no pudieron ni siquiera proponer a alguno de los integrantes del tribunal. Y lo ponen como ejemplo, para decir que solo hay quejas cuando uno se siente injustamente tratado. A ellos les recordaría que un reloj estropeado también da la hora correcta dos veces al día. El Constitucional está estropeado, no sirve para sus funciones y la nueva renovación de cuatro de sus puestos aprobada esta semana por el PP y el PSOE en el Senado no ha hecho sino forzar aún más la previsible dependencia política de sus decisiones.