Ser politólogo y político ya requiere de una especial habilidad para encontrar el equilibrio entre la ciencia y la práctica. Iñigo Errejón compatibiliza esas dos condiciones y en su nueva posición en Podemos va a poner a prueba más que nunca sus capacidades de funambulista. Errejón, a quien sus adversarios reconocen su talante conciliador y buenas maneras, tiene buena culpa también de hayan vuelto a la política española conceptos como la patria, la transversalidad o la radicalización de la democracia.

A él se le atribuye el diseño de ese camino que emprendió Podemos tras las elecciones europeas, alejándose de sus mensajes más radicales y cambiando el tradicional eje izquierda-derecha por el de arriba-abajo. Es ese espíritu el que no quiere perder y que respiró en el 15M, movimiento en el que se implicó activamente junto a otros compañeros con los que puso a funcionar los engranajes de Podemos.

Muchas veces ha dicho el propio Errejón que su relación con Pablo Iglesias ha cambiado desde que coincidieron en la Universidad Complutense. De Iglesias ha tenido que escuchar últimamente ásperos reproches: que no iba de frente, que no era valiente y que buscaba fantasmas para no confrontar directamente sus diferencias. El líder del partido morado ha llegado a decir que hasta ha cambiado su forma de vestir. “Ya no voy todos los días en chándal como cuando tenía 19 años”, le respondía Errejón.

Para la labor que Podemos tiene por delante quizá más que un equilibrista se necesite un prestidigitador, o incluso un cirujano capaz de coser todas las heridas. Así que el hasta ahora secretario político de Podemos tendrá que hacer lo que pueda y donde pueda, o donde le dejen, que puede ser en la cuerda floja. - Efe