Durante más de dos décadas considerada la alcaldesa de España y referente en el PP, Rita Barberá sorteó varias causas judiciales relacionadas con la corrupción, aunque finalmente el caso Imelsa la obligó a abandonar el partido que ayudó a fundar y a declarar hace dos días ante el Tribunal Supremo. Barberá, considerada durante tiempo por los suyos icono y ejemplo en las tareas de la gestión municipal, falleció ayer a los 68 años, tras casi año y medio apartada de la primera línea de la política local por la debacle electoral después de casi un cuarto de siglo de alcaldesa de Valencia.

Amiga personal de Mariano Rajoy, quien ha acudido a casi todas sus proclamaciones como candidata a la Alcaldía, fue prácticamente el único vínculo directo de Valencia con el Gobierno. Barberá poseía, según sus colaboradores más estrechos, una personalidad abierta como corresponde a alguien nacido a orillas del Mediterráneo. Enérgica y arrolladora, con gran facilidad de palabra y don de gentes, fueron características que ha dejado patentes hasta el final de su vida.

Siempre discreta con sus clásicos trajes de dos piezas y sus perlas, pero fanática de la marroquinería de alto nivel y los zapatos de tacón, Barberá adoraba el rojo y se confesaba amante de la vela. Periodista de profesión, Radio Valencia, el periódico vespertino Jornada y el diario Levante la vieron trabajar antes de que asumiera la jefatura de prensa del Gobierno Civil en 1978 y se hiciera cargo del gabinete de la Confederación Empresarial Valenciana.

Mantenía con los periodistas un trato cercano en lo profesional y siempre les recordaba que compartían profesión pero en sus comparecencias era más contundente y arrolladora y siempre dejaba titulares impactantes. Separada ya de Valencia, dio el salto a Madrid, aunque el 19 de septiembre compareció para anunciar que dejaba el PP pero conservaba su escaño de senadora, lo que dejó una imagen para la posteridad sentada en las últimas filas de la Cámara Alta junto al resto de senadores no adscritos.

El desencadenante que la diluyó de su poderío ha sido el caso Imelsa, que investiga el supuesto amaño de contratos a cambio de comisiones ilegales y el presunto blanqueo de capitales en el Ayuntamiento de Valencia, donde están imputados todos los concejales y asesores de su última etapa como alcaldesa. En sus años al frente del Consistorio, había logrado esquivar casos de corrupción que han afectado a dirigentes del PP, como Emarsa -sobre el saqueo en la depuradora de Valencia-, el caso Nóos -donde estuvo a punto de ser imputada por los contratos de las cumbres Valencia Summit- y Gürtel, donde según una grabación la trama le regaló un bolso de lujo.

de la F-1 al ‘caloret’ Tras seis legislaturas como alcaldesa de la tercera ciudad de España -las últimas cinco con mayoría absoluta- en las que protagonizó eventos como la Copa del América o la Fórmula Uno -para la posteridad ha quedado su imagen montada en un Ferrari conducido por Francisco Camps-, en su última etapa tuvo que afrontar también el Ritaleaks, sobre facturas de gastos “suntuarios y de lujo”. Vio la dimisión, tras ser procesado en el caso Nóos, de su número dos en la alcaldía, Alfonso Grau; se distanció de él y tuvo que afrontar las críticas por su particular uso del valenciano -el famoso caloret- en la Crida de las Fallas.

Tras las elecciones municipales de 2015, Barberá no quiso quedarse en el Ayuntamiento a traspasar la vara de mando al actual alcalde, Joan Ribó (Compromís). Perder la Alcaldía, ese y no otro, fue el verdadero motivo del hundimiento anímico de Barberá, según algunos de sus allegados.