Hace casi un año, bajo este mismo título, apelaba a un necesario cambio en el PP respecto a la consideración de las víctimas. Aludía a la ausencia de representación de este partido en el premio René Cassin de Derechos Humanos que el Gobierno Vasco otorgó a 41 víctimas que han participado en diferentes programas destinados a la conversión de su dolorosa experiencia en un ejemplo para el resto de la sociedad.
Un año después, lejos de enmendar esa discriminación de las víctimas en función de quién cometiera la violación de sus derechos, el PP ahonda aún más en algo que es tan injusto legalmente como inaceptable desde una perspectiva ética. Los recursos del Gobierno del PP a las leyes aprobadas en el Parlamento vasco sobre reconocimiento y reparación de víctimas de abusos policiales son graves por su desprecio a la voluntad mayoritaria de la sociedad vasca pero, sobre todo, lo son por constituir un desprecio inaceptable para un numeroso grupo de víctimas.
Argumenta el PP que hay problemas “técnicos” sobre la evaluación de quiénes deben ser integradas en ese grupo que reúne 300 casos documentados en el periodo comprendido entre 1978 y 1999. Por más que en el trámite legislativo se limaron las aspectos que el PP iba advirtiendo, el recurso ha llegado y, por lo tanto, el desamparo para esas víctimas.
¿Cómo no pensar que el PP sólo admite aquellas víctimas que considera “suyas” cuando ni siquiera es capaz de repararlas a “su manera”, con su propia ley? En el fondo, como ocurre con las víctimas del franquismo, la derecha española se niega a admitir un hecho: que el Ejército español sublevado entonces, que la Guardia Civil y la Policía Nacional después, han cometido bajo el amparo de sus uniformes crímenes horrendos que deben ser reparados.
Negar que a igual violación de derechos humanos corresponde la misma reparación como hace el PP es, curiosa y desgraciadamente, dar la razón al perverso argumento de que asesinar estuvo bien en unos casos y mal en otros. De ahí a lo que explicaba ETA para justificar sus crímenes o lo que sigue argumentando Felipe Tapatá González sobre el GAL no media distancia.
No me cuesta entender el dolor de muchas personas en el PP que han visto caer asesinados a sus compañeros y han vivido años bajo la sombra de sus escoltas. Pero quizás por eso, por la injusticia que sufrieron, son los que deberían entender el desamparo en el que están dejando a “las otras víctimas”. Y ha pasado otro año.