Hoy concluye la primera ronda de contactos del PNV con el resto de fuerzas parlamentarias para sondear el tablero político. Aunque quizá no hubiera que decirlo, al PNV le corresponde el papel que viene desempeñando porque es la primera fuerza política del país. Conviene recordarlo porque desde que el viernes se determinó que el último escaño de Bizkaia correspondiera a EH Bildu, escuchando algunas interpretaciones se diría que Iñigo Urkullu ha perdido el margen con el que contaba para ser investido. No va por ahí.

La aritmética parlamentaria nos lleva a sacralizar en cierta medida el número 38. No en vano determinó que en 2009 la Lehendakaritza fuera a manos de Patxi López porque los 13 escaños del PP le permitieron sumar esa cifra, superando a los 30 del PNV. Pero la normalidad democrática, sin vetos políticos, está reinstaurada y el escenario de 2016 se parece más a los anteriores a 2009, cuando los gobiernos de Juan José Ibarretxe nunca dispusieron del lujo de esos 38 escaños.

De modo que, si alguien en la clase política vasca tiene la tentación de jugar al 38-37, estará haciendo una lectura anacrónica del momento político. Juego peligroso del que ya debería estar escarmentado con la experiencia española y sus consecuencias. Lo que sí es cierto es que más allá de una investidura hay que afrontar los retos en boca de todos: protección del modelo de bienestar, recuperación económica, convivencia y profundización en el autogobierno y el modelo de relación institucional -que, según a quién se atienda, pasa por la bilateralidad y la interdependencia, por el acomodo autonómico o por la independencia unilateral-.

Jugar un papel en esa dinámica política es labor de todo el que quiera comprometerse con ella. La geometría variable no es tanto una formulación teórica como una realidad constante en el momento político vasco. Al PNV le va a tocar moverse con cintura en busca de la estabilidad. Ha ganado con solvencia, pero ahora debe materializar su capacidad de ocupar el centro siendo capaz de evitar el bloqueo que siempre amenaza a quien no dispone de mayoría absoluta. Eso implica no descartar interlocutores. EH Bildu tendrá que elegir entre la comodidad de liderar la oposición a la defensiva, achicando el terreno a Podemos, o arriesgarse a jugar bazas reales, que materialicen parte de su propio programa. Podemos debe despertar de su sopor; no es, hoy por hoy, alternativa de gobierno, pero puede ser jugador en la baza social que dice primar. La disposición de Idoia Mendia a aportar estabilidad choca con sus limitaciones pero no es despreciable. Si logra liberar al PSE del lodazal de su matriz española podrá empezar a rescatar a su base social poniendo en valor su presencia institucional, ahora foral y municipal. El PP tiene su propio reto en dejar de ser irrelevante y eso sólo se logra asumiendo los riesgos para los que ha mostrado no estar preparado hasta ahora. Si todos hacen de su necesidad virtud, habrá partido. Si no, habrán de dar explicaciones a una sociedad que ya recela suficientemente de los intereses y discursos de toda la clase política.