en un país como Estados Unidos, cuyas dimensiones continentales le dan una mentalidad insular que le lleva a olvidar al resto del mundo, apenas hay acontecimientos internacionales que conmuevan a la población y dominen los titulares, pero una decisión como la británica llevaba ya días en primera plana y los resultados acapararon la atención de los medios informativos, los políticos y, sobre todo, los centros financieros.
Mientras los grandes inversores y los pequeños ahorradores seguían inquietos las cotizaciones bursátiles y veían que sus sus cuentas habían perdido millones de dólares, los políticos se apresuraban a presentar sus análisis y a buscar la mayor tajada. Como en el caso del candidato presidencial republicano Donald Trump, quien aseguró que él había estado desde el principio al lado de los que ganaron.
Si había una línea común en las inquietudes reflejadas por la mayoría consternada por el Brexit, era la preocupación por el auge de las tendencias populistas que aparecen por doquier y no dejan de lado a Estados Unidos, como estamos viendo desde hace un año en la campaña electoral.
Ven en el voto antieuropeo del Reino Unido las mismas tendencias que aparecen en toda Europa, desde la península hasta Austria, y les parecen semejantes al apoyo de que goza Donald Trump, quien parece haber recibido un espaldarazo más con el voto del jueves.
Ya antes Trump había dejado claro que simpatizaba con el Brexit. Después, sus declaraciones tuvieron el triunfalismo habitual, cuando aseguró que en Estados Unidos “también vamos a recuperar nuestro país”. Aunque, en una de sus contradicciones habituales, como si el mismo hecho se pudiera lamentar y celebrar, culpó a Obama por el voto británico.
Lamentaciones por el resultado Para Hillary Clinton, que sigue casi a pies juntillas las posiciones de Obama, representa un rechazo pues la Casa Blanca había dejado saber que prefería un voto favorable a la Unión Europea e incluso el vicepresidente Joe Biden dio el paso inusual de lamentar los resultados británicos: “Habríamos preferido algo diferente”.
Lo peor para Clinton es que su posición la identifica con los “políticos tradicionales” cuya experiencia y conocimientos se han convertido en un arma utilizada en su contra por los adversarios populistas.
Empiezan ya a surgir recomendaciones a la exprimera dama para que adopte una línea más “popular”, que los demócratas consideran una defensa contra Trump, el candidato tan temido por los demócratas -porque no desean un presidente republicano- como por muchos republicanos, que no se consideran representados por el magnate neoyorquino. Si hace un año su candidatura parecía un chiste, hoy su victoria parece cada vez más posible.
A pesar de salir de las elites económicas del país y de haber pasado su vida en los círculos de privilegio y poder, Trump consigue presentarse como la alternativa antisistema, como un refugio para quienes huyen de los poderosos habituales. Si argumentos semejantes han tenido éxito en el Reino Unido, aumentan las razones para temer que algo semejante ocurra en Estados Unidos, con tantas afinidades culturales. Y no temen solo la victoria de Trump, sino la oleada de acciones populistas que pueden seguir en un gobierno controlado por él.
Así, por ejemplo, el Banco Central de Estados Unidos anunció inmediatamente que tomaría medidas para asegurar la “liquidez internacional”, algo habitual en crisis semejantes. El consenso entre expertos es que esta política ha evitado desastres económicos a gran escala, pero tal vez sea ajena a las ideas financieras de Trump, que parece más inclinado al proteccionismo y el aislamiento en su país-continente. Otro ejemplo, que puede ser la pesadilla de cualquier viajero: dijo desde Escocia que el voto Brexit demuestra que “a la gente le gusta tener fronteras”. Esto, sumado a sus promesas de construir una gran muralla para impedir las entradas desde México, sugiere colas interminables en controles de pasaportes y visados para entrar y salir de cualquier país, sin hablar de las restricciones para importar cualquier compra realizada en viajes turísticos.
Para el votante de Trump, que en su mayoría ni siquiera tiene pasaporte y no invierte directamente, son consideraciones totalmente ajenas. Para el resto del país y del mundo, que sufriría la consecuencias de tales políticas, son suficientes para explicar el desplome mundial de las bolsas del pasado viernes y hace temer que no sean más que un botón de muestra.