el gran debate entre los cuatro grandes del nuevo sistema de partidos español fue pródigo en significantes vacíos. Términos sin significado, palabrería hueca, cargados sobre todo de negatividad, y útiles por eso como arma arrojadiza en una campaña estatal en la que el contraste de contenidos programáticos brilla por su ausencia.
Hay muy buenas razones para que prevalezca lo negativo en una sociedad escarmentada por lo que ha hecho el Gobierno español. Cuando ha llegado la hora de la rendición pública de cuentas, la mayor parte de la sensibilidad pública española se decanta por el castigo a Rajoy. El no a Rajoy se formula como un rechazo al desastre conocido, llamando a un derribo que urge, sin perder tiempo para presentar siquiera un esbozo de lo que se pretende construir. En consecuencia, el no común a Rajoy prevalece sobre los síes que presenta cada opción, lo que relega a un plano secundario la exposición en positivo de las propuestas con las que las fuerzas que aspiran a gobernar se comprometen.
Rajoy ha gobernado sin abrirse a nadie. No es anormal que su estilo de gobierno haya provocado una reacción que reclama una responsabilidad por una mala gestión pública. Sin embargo, el debate electoral debe conformar el mandato popular ante el ciclo político que viene, y no quedarse solo en una rendición de cuentas sobre la gestión pasada.
¿Qué papel desempeñan las fuerzas políticas que compiten por la representación de los votantes? Es importante que expresen la insatisfacción social, que se opongan a los errores del gobierno y que exijan responsabilidades. Esta es una función imprescindible para que haya una calidad democrática. Pero, si los partidos soslayan el debate de su agenda de proposiciones, devalúan la participación cívica y eclipsan la formación de un mandato representativo claro. Si de verdad se quiere una reactivación social de la política, un ejercicio completo del derecho a decidir, es necesario conjugar las dos posiciones, crítica y propositiva.
Lo que es evidente es que puede ser muy diferente la reacción de una ciudadanía si es convocada solo para rechazar, para decir no ante un mal ejercicio de gobierno, que si es llamada para participar en la fijación de la agenda de país, tras un contraste abierto entre propuestas diferentes. El no es un estar a la expectativa, que se agotará tras el acto de desalojo del PP. El sí es un comprometerse para construir. Las encuestas de EITB, referidas a las elecciones generales y a las próximas vascas, ponen claramente de manifiesto esa contraposición. El ambiente que se ha creado ante estas generales promueve un ejercicio de rechazo, ante el que ya se han rendido la mayoría de los partidos vascos. En las vascas, sin embargo, prevalece un sentido de ciudadanía activa, y se prevé un voto comprometido con el proceso de construcción del país. Un proceso representado por el Eutsi gureari que moviliza tanto en las vascas, y que nos interpela con fuerza ante las estatales del 26-J.