Los partidos españoles han puesto tope a su discurso. El debate del lunes lo dejó claro: PSOE y Podemos se necesitan si quieren descabalgar al PP pero no se pueden ver; PP y Ciudadanos se buscan pero cada vez que Rivera se encuentra con Rajoy da media vuelta. Y las encuestas dicen que, si queremos mirar los resultados en términos de bloques, a todos les auguran un escenario insuficiente del que sólo les pueden sacar los partidos que ellos mismos ningunean. Quizá por eso, ayer tocaba un guiño. Lo hizo Nagua Alba al PNV, citándole a cooperar en el desalojo del PP de La Moncloa. Hasta ahora, Alba sólo propugnaba desalojar a Urkullu de Ajuria Enea y es más que obvio que el discurso volverá en esa dirección el lunes posterior a las elecciones generales, con la mirada en las autonómicas de otoño.

Ocurre que dicen las encuestas que PNV y Unidos Podemos se disputan directamente al menos un escaño el próximo 26-J, de modo que la tentación de echar la caña a electorado ajeno es más que comprensible. La cuestión a aclarar por el votante vasco tendrá que ser a quién quiere mandar a Madrid. Está claro que a Podemos le gusta mucho de lo que se ha hecho y se hace en Euskadi. El mismo lunes, Pablo Iglesias volvía a poner a Euskadi como ejemplo de coberturas sociales y abogaba por extender el modelo vasco al Estado.

Lógicamente, esa es una estrategia para el electorado español pero no para el vasco. Al votante vasco no se le puede ofrecer lo que otros ya le han dado. Así que se impone el enfoque hacia la presunción de un voto útil en las generales. En ese discurso, el voto útil pasaría por sumarse a los escaños de la nueva izquierda española y no por enviar a Madrid voces cuya prioridad, planteamiento y propuestas sean de ámbito estrictamente vasco. Que la utilidad está en descabalgar a Rajoy y sustituirle por Iglesias, porque así nos irá mejor a los vascos.

Este enfoque, con todo lo legítimo que puede ser, no es más que la versión de los recién llegados a la política del mismo mensaje que los representantes de la vieja política española han transmitido a los vascos durante décadas. PSOE y PP han hecho de la apelación al voto útil el eje de su sobredimensionamiento en las elecciones generales, respecto a las municipales y autonómicas. Ayer mismo lanzó la caña Iñaki Oyarzábal (PP) a los votantes del PNV.

Así que Podemos juega a lo mismo: a traer a Euskadi desde Madrid por la N-1 los intereses políticos de su modelo de país y pedir que los vascos renuncien a llevar a la Corte el suyo. Hay quien considera que más que una voz propia, en Madrid es prioritario tener una que no sea hostil a Euskadi. Que es menos importante llevar a Madrid el mensaje de las necesidades y demandas de los vascos y más que venga de Madrid un mensaje como el de Podemos, que habla de reconocer el derecho a decidir como medio de apaciguar el debate nacional.

A favor tiene la comparación con las líneas rojas de Sánchez, Rajoy y Rivera. En contra, la experiencia de otra izquierda que apoyaba la autodeterminación décadas atrás en Euskadi y hoy niega la existencia del pueblo vasco como sujeto de derecho. Esa transformación del PSE de ayer no tranquiliza sobre las prioridades del Podemos de mañana. Al fin y al cabo, no hace tanto que un presidente español socialista defendía la plurinacionalidad y ahora su partido sufre erupciones en el debate de la estructura del Estado. Así que, cuando toque decidir ese último escaño, el que crea que Euskadi gana acallando la representación de sus reivindicaciones a cambio de echar al PP, ya sabe el camino. Y el que considere que es una voz capaz de forjar o impedir mayorías lo que mejor defiende esos intereses, también. Con idéntica legitimidad.