y anda siempre con lo puesto, letra y arreglos de Joan Manuel Serrat. Mirando desde aquí en dirección a la CUP, ojeando el semblante de Junqueras y escuchando la poca confianza que le queda a Puigdemont viene a la mente el “Comprar, tirar, comprar”, documental sobre lo que llaman obsolescencia programada. Has queridoque te traigan a domicilio un electrodoméstico de máxima eficiencia, ay las compras por catálogo, y pronto te percatas de que para ti ha sido el ejemplar que fabricaron en lunes por la mañana: está escrito que no podría sacársele más partido, nunca mejor dicho.
Sigamos el predicamento de Joan Rosell, barcelonés de pro, y asumamos de una vez por todas que ya nada es para siempre, lo que menos el puesto de trabajo, no te digo nada de los pactos políticos. El érase una vez que se era de los presupuestos ha sido siempre el santo y seña de un gobierno que, así, ordena la economía, coloca un límite de gasto (já), hace sus cálculos fiscales, da estabilidad a los números, y, sobre todo, no vuelve a convocar elecciones anticipadas.
Esto que pasaba antes, ya no sirve. Llama la atención que parezca todo tan inconsistente, que nadie se apure a escamotear los pies de barro de los gigantes que se hacen amigos de todo el mundo. Y resulta muy facilona la moraleja: los vecinos del lugar logran ahuyentar al dragón que ha venido de perlas como chivo expiatorio de todas las culpas del pueblo, pero resulta mucho más difícil tragar que desde el principio todo el mundo sabía que el rey va desnudo.
“No escojas solo una parte, tómame como me doy, entero y tal como soy, no vayas a equivocarte”, sigue la canción.