La teoría electoral clásica reza que uno más uno nunca son dos. Quiere esto decir que los experimentos electorales -léase coaliciones-, mejor hacerlos con gaseosa. Y más aún si se juntan el hambre con las ganas de comer -otro clásico-, la pura supervivencia con el abismo bajo los pies, la vieja política y la nueva.
La segunda parte de la encuesta de Gizaker para EITB nos muestra que los resultados de las próximas elecciones generales de junio en Euskadi no diferirán apenas de los obtenidos por los distintos partidos en diciembre. De hecho, la única diferencia es un escaño -podrían llegar a ser dos- de los dieciocho en juego. Un diputado que, casualmente, se llevaría la coalición Unidos Podemos en detrimento del PSE.
¿Pero no habíamos quedado en que esas coaliciones nacidas de la necesidad no sumaban? En efecto, la UTE entre Podemos e Izquierda Unida puede ganar un escaño en Euskadi, aunque, según el sondeo, obtendría cuatro décimas menos de los votos que consiguieron por separado ambas formaciones en diciembre. Menos apoyo juntos, pero más botín. Es la consecuencia de las reglas de juego: la aplicación de la Ley D’Hondt -tan perversa y denostada por algunos partidos, en concreto estos- beneficia a las opciones mayoritarias en cada circunscripción. Es el ejemplo gráfico del por qué de la coalición que fue imposible hace seis meses y que, viendo las orejas al lobo, Pablo Iglesias y Alberto Garzón han convertido en imprescindible ahora. Hablarán de coincidencias estratégicas, de programa, programa, programa, pero se trata de escaños, escaños, escaños. Aunque sea con menos votos.
Evidentemente, los datos de la CAV -cuyos electores han dado sobradas muestras de votar muy distinto- no son extrapolables a todo el Estado, pero dan una muestra clara de las intenciones de unos y otros. Y, en este caso, revela una fotografía bastante predecible en la que esta mini unidad popular tiene el objetivo único de detener la caída de apoyos y, con un mucho de suerte, adelantar a un PSOE a punto de estrellarse o, como mínimo, condicionarle de manera definitiva. No hay que olvidar que aunque la gran mayoría de los vascos culpa a un genérico “todos” de que haya nuevas elecciones, el líder señalado como máximo responsable concreto es Pedro Sánchez, dato que probablemente coincidirá con la percepción de los españoles. Es decir, que de alcanzar el cielo, nada, sino tener un suelo. Unidos tampoco Podemos.
Como curiosidad, el sondeo -que erróneamente pregunta por la “repetición” de las elecciones- indica que solo el 63% de los encuestados reconoce que su voto será el mismo que en diciembre, frente a un 12% que dice que lo cambiará, aunque hay un ilustrativo 25% que no sabe o no contesta o se lo está pensando. O está valorando ir o no a votar. El caso es que la diferencia en porcentaje de votos a los partidos es mínima, de apenas unas décimas. En la participación estará la clave. El resto ya es cuestión de los políticos.