Bilbao - “Llevo el uniforme con mucho orgullo”. Así lo repite como un mantra esta vecina de Plentzia de 52 años, que tuvo un auténtico flechazo con la Policía vasca.
¿Las mujeres de las primeras promociones de la Ertzaintza se consideraban unas pioneras?
-Desde mi experiencia, yo trabajaba en una tienda pero, a raíz de que tuve un accidente de moto, vino una patrulla de tráfico de la primera promoción a hacer el atestado y me dije: “tengo que ser ertzaina”. Eso fue con 17 años y en cuanto cumplí 20 me apunté, empecé a hacer las pruebas, y mi madre no quería. Cada vez que pasaba una prueba, era un disgusto. Y el día en que dije en casa que me habían aceptado, supuso un disgusto terrible. Pero yo entré con muchísima ilusión, me considero una ertzaina de vocación. Hoy es el día en que llevo casi 31 años y me encanta lo que hago. Pasas momentos muy malos, pero también ha habido otros muy buenos.
¿Con qué momentos se queda?
-Con el reconocimiento de la gente de la calle. Ahora me he marchado de Gernika, donde he estado desde 1989 hasta este año, y lo he hecho llorando por detalles y gestos que ha tenido gente de la calle, que me ha agradecido actuaciones de hace igual dos años. Me reconforta que la gente te lo reconozca.
En todo este tiempo, le habrá tocado cubrir unos cuantos acontecimientos especiales.
-Me han tocado varias investiduras de lehendakaris en Gernika, desde Ardanza hasta Urkullu, también Ibarretxe y Patxi López. Cuando estuve en la comisaría de Beasain me tocó el atentado del túnel de Brinkola, donde falleció un compañero, no llegué a entrar pero estuvimos trabajando allí. Una mochila bomba en la Peugeot de Mungia, manifestaciones, cócteles, contenedores... es el trabajo diario que hemos tenido durante un montón de años.
La situación ha cambiado en los últimos años.
-La confianza, la tranquilidad que tenemos se ha notado muchísimo. Animo a las mujeres y a cualquier persona que quiera entrar en la Er-tzaintza porque ya no es lo que era. Ya no es que pensaras que te fueran a mandar a Gipuzkoa, con los atentados y la kale borroka; en la comisaría de Getxo ha habido muchos atentados y muchos muertos, pero ahora no tiene nada que ver.
¿Cómo es el día a día del trabajo de la mujer en la Ertzaintza?
-Siempre tenemos que ir un pasito más adelante que el hombre. Para que te respeten en la calle, siempre tienes que ir en plan “aquí voy yo”. Porque si estás más retraída, dependiendo de las situaciones, te comen. También he trabajado siempre con hombres. Como ha habido pocas mujeres, hemos estado una o dos como mucho en el grupo.
¿Ha evolucionado esa labor en estas tres décadas?
-Sí, ahora hay unos patrones marcados en temas como la violencia de género, la mujer se implica más en atender a las víctimas... Cuando vienen a denunciar una agresión sexual es muy diferente que la atienda una mujer a que la atienda un hombre. La mujer también ha evolucionado mucho en cuanto a los ascensos, hay buenas mujeres mandos, de lo cual me alegro.
¿El propio hecho de que haya una consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, también es un paso en esa dirección?
-Sí, ella está potenciando la presencia de mujeres en la Ertzaintza, lo que me parece muy bien. Ha entrado en una empresa o círculo de hombres, por lo que es estupendo.
¿A qué se debe la escasa presencia de mujeres en la Ertzaintza, más de 30 años después de su incorporación al cuerpo?
-No tengo datos para saberlo, pero respecto a pasar unas pruebas y entrar, puede ser que tengas las mejores notas y luego en la calle no valgas. Para estar en la calle hay que valer, no tienes que ser un superdotado ni sacar el mejor escalafón. Puedes ser mediocre en los estudios y un crack en la calle. Hay a quien se le dan muy bien los libros, pero luego no cubre las espaldas, pasa, no se fija, no retiene, no sabe tratar a la gente... En mis 31 años de carrera profesional, la mayoría de las veces he trabajado con sentido común. Las mismas actuaciones pueden ser completamente diferentes.
Sobre la formación, ¿las primeras promociones eran más duras, se era más estricto entonces?
-Lo que pasa es que ahora hay muchas instalaciones, medios, clases... La Academia a la que entré hace 30 años no tiene nada que ver con la de ahora. Antes estabas en precario, no había pistas de atletismo y tenías que correr por la carretera de Zurbano, que estaba llena de agujeros y baches, con frío, nieve... Y, si no podíamos ir a la carretera, nos pasaban a un camino de cabras, que era una pista de barro.