El verbo de moda esta pasada semana ha sido regularizar. Aparece por doquier en comunicados varios a propósito de las revelaciones de los documentos filtrados a la prensa que estaban en poder del despacho panameño Fonseca y Mossack. Los llamados papeles de Panamá son un catálogo de defraudadores, se pongan como se pongan, que contrataron servicios de ese bufete para eludir el pago de impuestos.

Dicen los que han dado la cara, otros cientos callan a la espera de que amaine la tormenta y amparados las más de las veces en regímenes tan corruptos como su comportamiento, que ellos han regularizado su situación con el fisco y que están al corriente de los pagos con Hacienda. Lo dicen para explicar que esas personas o sociedades cumplen con sus obligaciones ante la sociedad y merecen respetabilidad.

Es, por lo menos, discutible. En realidad, suponiendo que todo lo que dicen es verdad, que se han puesto al día con el fisco, deberían admitir que durante unos cuantos ejercicios estuvieron robando a la sociedad. En algunos casos con un abuso de autoridad o en connivencia con los poderes del Estado y en otros, aprovechándose de una preeminencia social por méritos tan populistas como ser un actor o cantante reconocido, manejar el balón como ninguno o ser el club de los amores que defendía los colores de la sociedad a la que al mismo tiempo defraudaba.

Los paraísos fiscales no son las palmeras, aunque físicamente tendamos a identificarlos con islas paradisiacas. Ellas ponen el nombre y poco más: el resto se cuece en los despachos de la banca, en la hipocresía de las administraciones que han decidido que paguemos usted y yo lo que elude el más rico del barrio. La razón es sencilla: si al rico del barrio no le ponemos alfombra roja, se muda. Y ahí estamos enredados.

Yo también tengo unas cuantas reservas sobre esta manera de dar a conocer esta filtración. Que un grupo decida dosificar a su antojo nombres, cantidades, fechas, etcétera en lugar de dar a conocer lo que saben obedece más a intereses empresariales que estrictamente periodísticos. Así que enhorabuena a los periodistas por su trabajo, pero no me creo que sea todo tan bonito y puro como aparenta. Por ejemplo: ¿Por qué no han aparecido políticos españoles si los propios periodistas admiten que los habrá? ¿Esperando a las elecciones?