El 20 de diciembre queda ya muy atrás y en Madrid el PSOE, Podemos y Ciudadanos siguen sin lograr ese gobierno alternativo a Rajoy que dicen querer tanto. Los pretendidos acuerdos mayoritarios se van diluyendo mientras la gente en la calle casi ha olvidado que no hay gobierno, le importa muy poco lo que cuenten y sus preocupaciones se centran en otras cuestiones verdaderamente sangrantes como, por ejemplo, llegar a fin de mes.
En estos cuatro meses llama la atención el cambio en el tono de los discursos de Podemos y Ciudadanos. Será que tienen miedo a verse minimizados en una nueva contienda electoral en la que el PSOE parece mejor colocado que sus posibles socios, pero desde aquel alterado y triunfalista de los vetos al resto tras su éxito electoral hasta el de estos últimos días, han pasado por posicionamientos y exigencias muy distintas. Por otra parte, la evidencia de que importaba más estar (vicepresidencia o donde sea) que acordar seriamente una salida al callejón sin salida del no gobierno también les ha ido haciendo un gran daño.
La enorme dificultad del acuerdo acerca cada vez más unas nuevas elecciones. Se nota en sus discursos preelectorales: aparentemente conciliadores (para que nadie diga que fue por nuestra culpa) pero intentando marcar perfil (de ahí las nuevas exigencias y ataques al PNV por Podemos o contra el Concierto por Ciudadanos).
Visto desde aquí resulta inaceptable esa frivolidad que también nos afecta puesto que nos hace perder un tiempo precioso en todo y especialmente en el desarrollo de un nuevo estatus jurídico; lo que, sin duda, estará afectando a nuestro lehendakari pues le sabemos empeñado en dar pasos firmes hacia la soberanía. El pasado 4 de abril (cuatro días antes decía lo contrario), un político abertzale acusaba a Iñigo Urkullu de no hacer nada en pacificación, derechos nacionales vascos y frente a la crisis económica. O bien no se entera o no quiere hacerlo (prefiero achacarlo a desconocimiento político e interés electoral que a mala fe).
El Gobierno del lehendakari Urkullu ha cumplido ya mil días desde la presentación de su programa. Quedan meses para el fin del mandato y es verdad que, aunque sigue pendiente el cómo de los siguientes pasos para el reconocimiento de nuestros derechos como nación, pueden aprovecharse para poner los cimientos que lo permitan en la próxima legislatura. A fin de cuentas no se trata de un sprint sino de ganar esa carrera de fondo, dadas sus consecuencias históricas.
Para terminar, una denuncia. El 55% de las personas refugiadas que han llegado a Europa en 2015 son mujeres con sus hijos e hijas. Según la resolución 1325 de la ONU, ellas son especialmente vulnerables en los conflictos armados y sus consecuencias, y subraya la responsabilidad de los Estados que deben adoptar “medidas especiales para proteger a las mujeres y las niñas de la violencia por razón de género, particularmente la violación y otras formas de abusos”. Corren enormes riesgos y, por justicia, debemos exigir su cumplimiento. No lo querríamos para nuestras hijas y nietas.