madrid - Más de cien días después de mantenerse enrocados en sus posiciones, llegó el deshielo. Dos horas de reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sirvieron para que el PSOE y Podemos escenificaran ayer un desbloqueo del diálogo, pese a las dificultades que entraña empastar los postulados de las dos principales fuerzas de izquierdas con Ciudadanos. El cónclave al menos sí permite otear un horizonte un poco más despejado para la investidura, ya que dejados atrás los nubarrones que se han cernido durante las negociaciones, ambos encaran una nueva etapa hacia la gobernabilidad en la que, no obstante, cada uno remará a su ritmo. Mientras que los socialistas ven posible entrelazar acuerdos para edificar un “gobierno parlamentario” con apoyos puntuales de la formación asamblearia sin dejar de lado su alianza con Ciudadanos, desde el otro bando se han abierto a rebajar sus líneas rojas, hasta el punto de que Iglesias no aboga ya por un referendum en Catalunya y se atiene a hablar con Rivera, aunque mantiene vigente la apuesta por que los partidos de izquierda tejan un pacto a imagen y semejanza del gobierno a la valenciana.

Los avances cosechados ayer, sin embargo, tampoco auguran un acuerdo cercano. Tras los bailes de cifras están las encontradas posiciones que mantienen. Y lejos de la brocha gorda en la puesta en valor de las posturas en común, los equipos negociadores de PSOE y Podemos deberán hilar fino en los detalles programáticos. Pese a los golpes de efecto mediático lanzados -como el mensaje superficial de atisbar “más cerca un Gobierno del cambio y más lejos la repetición de las elecciones” enunciado por Sánchez y la postura de fondo de rebajar las exigencias impuestas desde el arranque de las conversaciones-, ambos bandos deberán llegar a acuerdos en materias de mayor profundidad.

Uno de los primeros retos será deshacer el nudo gordiano que acogota la situación política de Catalunya. Conocida la negativa socialista a permitir bajo ningún concepto una desconexión del Estado mediante una consulta, la formación asamblearia ha movido ficha obviando una de sus líneas rojas. Ahora vería con buenos ojos construir puentes entre el PSC y En Común Podem -su filial en suelo catalán- para abordar una propuesta de consenso que, de inicio, orilla al sector soberanista aglutinado en torno a Junts pel Sí y la CUP que, además, llevan las riendas de un agente clave como la Generalitat. La respuesta del aspirante a presidente no fue negativa. Pero detrás de dar un tímido primero paso para una solución dialogada a la cuestión catalana subyacen otros asuntos como la financiación o la fiscalidad. Son dos de las reclamaciones más espinosas que llevan largos años sin ser atendidas y deberán de ser perfiladas antes de ejercer el derecho a decidir.

Los llamamientos previos al entendimiento fueron el cauce indispensable para que las aguas volvieran a su vía. Incluso, con una proposición para que el futuro Gobierno bajo mando del PSOE incluyera a representantes de Ciudadanos y Podemos. Sánchez, empero, matizó esa mano tendida. Reconoció que esa opción “no va a ser posible”, pero abrazó un nuevo encaje: que las tres formaciones sustenten un “gobierno parlamentario” que abra la puerta a la gobernabilidad con acuerdos puntuales en el Congreso de los diputados en las políticas que comparten. C’s y PSOE ya lo hacen en un paquete de dos centenares de medidas incluido en su entente, a la que parece complicado que la formación morada se una sin establecer nuevos condicionantes. Se trataría de una opción “para que ambas se puedan sentir representadas”, reseñó el aspirante socialista, si bien tampoco aportó mayores detalles sobre su confección. “Paso a paso”, espetó, cuando fue cuestionado si serán dos o tres las formaciones que sustentarán su candidatura. Lo que el secretario general de los socialistas volvió a dejar patente es que el PP, con o sin Mariano Rajoy como líder, no será pieza clave en ese juego por la gobernabilidad. Ni siquiera ejercerá de interlocutor válido. Debe de pasar a la oposición para “regenerarse”.

“Dispuesto a ceder”, tal y como asumió horas antes del encuentro en la sala Martínez Noval del Congreso, Iglesias tampoco ve factible integrar a los tres partidos bajo el manto de un mismo gobierno. Y sabedor de que los pulsos echados al PSOE -su ofrecimiento para ejercer de vicepresidente o la mención a la cal viva en referencia a Felipe González- azuzaron el fuego cruzado entre ambas fuerzas hasta límites insospechados, ayer se hizo a un lado al renunciar a tener un puesto en un hipotético Ejecutivo español con Sánchez de piloto. Lo hizo, eso sí, para reforzar su posicionamiento favorable a conformar un gobierno de coalición progresista en el que, en todo caso, el segundo puesto recaería en algún miembro de su partido. Es el consabido pacto a la valenciana o la “vía de los 161 diputados -Izquierda Unida y Compromís incluidos-”, en la que Ciudadanos no tendría cabida. Se trataría de la posibilidad “más sencilla, más eficaz y más posible”, terció, una suma más amplia que los 130 diputados de PSOE y C’s que “de alguna manera se demostró en las dos sesiones de investidura que no sirve para hacer un gobierno”.

dispuestos a hablar Donde Iglesias sí tuvo mayor manga ancha fue en mostrar su predisposición a mantener conversaciones con Ciudadanos, a pesar de que los dos partidos emergentes tienen unas bases programáticas opuestas que alcanzaron su punto álgido con los reproches el mes pasado a la incompatibilidad de su hoja de ruta política con el acuerdo del partido naranja y los socialistas. Pero el secretario general de Podemos se fijó más en los puntos comunes que les unen -es el caso de las inciativas para la regeneración democrática o la reforma del sistema electoral-, que en los que les separan. Y proclamó que su alternativa pasa por que el PSOE ejerza la suficiente presión como para que C’s no entorpezca un gobierno de izquierdas. “No le pido que rompa con Ciudadanos, sino que transforme lo que no ha podido ser un pacto de gobierno en un acto de responsabilidad”, explicó, para añadir que con el apoyo de Rivera “no sería necesario otro tipo de colaboración”. “Sería un ejercicio excelente de responsabilidad de Estado que Ciudadanos facilitara ese gobierno”, asumió.

El deshielo entre PSOE y Podemos se produce cuando las negociaciones para edificar unos sólidos cimientos que aseguren la gobernabilidad encaran su fase definitiva. Apenas queda un mes para que el plazo expire. Y lejos de los flashes mediáticos que ayer rodearon a Iglesias y Sánchez -regalo de un libro incluido-, sus equipos serán ahora los encargados de limar las profundas asperezas que les separan. Por el bando socialista estará uno de sus hombres fuertes, Antonio Hernando, mientras que la formación morada estará liderada por su máximo representante. El clima es favorable; el resultado, incierto.