La representación de esta obra de teatro en Cartaya (Huelva) fue cancelada hace semana y media pese a estar programada desde el verano pasado. A ello se suman las pegas que, según su máxima responsable, María San Miguel, han puesto algunos municipios, también en Euskadi, para acoger este trabajo.

Las reticencias a hablar del pasado de la violencia en Euskadi, ¿es justo lo contrario de lo que habría que promover, dialogar para avanzar en la convivencia?

-Creo que sí, sería un error repetir lo que ocurrió con la Guerra Civil, un tema que 70 años después todavía sigue generando heridas. Aunque es muy doloroso, hay que hablar, escucharse unos a otros, y no sé si construir un relato común, pero sí al menos un mosaico de diferentes relatos. Intentar ponerse en el lugar del otro para poder avanzar y que no se vuelva a repetir lo ocurrido.

¿El caso de la detención de los dos titiriteros en Madrid es un ejemplo de imposición de lo políticamente correcto y de regresión en la libertad de expresión?

-Eso ha sido la gota que ha colmado el vaso. Llevamos bastante tiempo sufriendo recortes de libertades y derechos en nuestro país. La llamada ley mordaza lo deja bien claro, se ha legislado a favor del recorte de los derechos civiles y de las libertades. Lo que ocurrió con los titiriteros es muy grave porque se ha sacado de contexto. Seguramente el espectáculo no sería apropiado para programarlo para niños y ha sido un error pero lo que ha ocurrido con ellos es gravísimo. Se han olvidado de que la Constitución y el Código Penal estaban ahí y la polémica se ha ido de las manos.

¿Cuál fue la inspiración para ‘La mirada del otro’?

-Llevamos seis años trabajando sobre el proceso de paz, La mirada del otro forma parte de una trilogía sobre Euskadi, la convivencia con el otro y la memoria colectiva. Cuando en 2012 estrenamos y giramos con el primer montaje, Proyecto 43-2, nos dimos cuenta de que teníamos mucha información, había muchas más historias que contar y nos apetecía seguir haciendo este trabajo con la compañía. Maixabel Lasa y Txema Urkijo nos apoyaron desde que conocieron el proyecto, yo conocía la existencia de los encuentros restaurativos de Nanclares y decidimos lanzarnos a la piscina con un trabajo previo de investigación, entrevistando a las personas que protagonizaron los encuentros: víctimas, algún victimario, el equipo de mediación y los impulsores institucionales. Hicimos las entrevistas entre noviembre de 2014 y febrero de 2015, y en abril del año pasado estrenamos en Madrid.

¿Qué cree que ha supuesto la ‘vía Nanclares’?

-En su momento fue un avance muy importante dentro del proceso de paz. Por lo que hemos aprendido haciendo las entrevistas, generó un debate en el seno de ETA, con la vía Nanclares se han dado pasos positivos hacia el diálogo, para que se rompiera el silencio que ha sido el gran protagonista en la sociedad vasca durante muchísimos años. Me parece una pena que desde 2011 esa vía esté parada.

La presentación oficial de la obra fue en abril de 2015 en Eibar con la presencia de víctimas y victimarios. ¿Sintió el peso de la responsabilidad en ese momento?

-Fue el estreno en Euskadi y para mí es un hito histórico que en el patio de butacas se reunieran varias de las víctimas y de los victimarios que participaron en Nanclares. Que estuvieran juntos y mezclados viendo la obra, y cuando después estuvimos todos tomando un vino, para toda la compañía fue algo impactante, y sí, con un grado mayor de responsabilidad. Siempre salimos con mucha responsabilidad al escenario porque contamos una historia real que nos parece un ejemplo de que otra sociedad mejor es posible.

Joseba Urrosolo Sistiaga, en libertad desde el domingo, fue uno de los espectadores de esa función. ¿Le dijo qué le pareció?

-No sabría recordar exactamente qué hablamos con cada uno de ellos, pero Joseba se sintió identificado en algunas cuestiones y en otras menos. Porque los personajes de nuestro espectáculo no representan a una persona real, tienen rasgos de varios de los protagonistas de los encuentros, y como esa vivencia ha sido muy íntima para ellos, había cosas con las que se sentían más identificados que otras.

La tercera parte de este proyecto se llamará ‘Viaje al fin de la noche’. ¿En qué consistirá?

-Una de las razones por las que ETA empezó a ejercer la violencia fue por la defensa del arraigo, por una idea de patria, de identidad que acabó intentando imponer. Después hubo otras violencias igual de reprochables, desde mi punto de vista. Y al final, esa violencia no ha generado una identidad vasca común, sino una identidad del pueblo vasco que tiene en común el dolor. En resumen, vamos a seguir investigando sobre cómo la violencia ha hecho mella en la sociedad vasca, cómo ha generado una ruptura de la sociedad, y cómo lo que une a toda la sociedad vasca es el dolor en sus diferentes formas.

Más allá de las trabas puntuales a la hora de acoger ‘La mirada del otro’, ¿qué balance realiza del recorrido de esta obra?

-Muy positivo, llevamos más de 50 representaciones, en Madrid estrenamos en la Cuarta Pared en primavera y estamos prorrogando en el Teatro del Barrio desde octubre. En todas las localidades hemos agotado las entradas o ha habido muchísimo público, muchas veces hacemos coloquios después del espectáculo y hay una gran participación y agradecimiento. Llevo muchos años haciendo teatro y con La mirada del otro muchas veces el público nos espera para darnos las gracias por contar esto. Un gran porcentaje no sabía que habían ocurrido los encuentros de Nanclares y se generan muchísimas preguntas, por lo que estamos muy contentos.