BARCELONA - Con la perspectiva de quien por vez primera en democracia está ausente en las principales instituciones catalanas y españolas, y en pleno proceso de reconstrucción de la formación democristiana, catalanista pero no rupturista; Ramon Espadaler (Vich, Barcelona, 1963) lamenta la política de postureo que se desarrolla ahora en Madrid y el viaje hacia ninguna parte, con un proyecto irrealista, del Govern de Carles Puigdemont.
Sánchez firma un acuerdo ineficaz con Ciudadanos; el PP no concibe otro escenario que un Gobierno de Rajoy; Podemos solo contempla un giro a la izquierda? ¿Cómo cree que acabará el sainete de Madrid?
-Al no tener representación, asisto al mismo como mero espectador. Pero la verdad es que no tengo la sensación de contemplar que se esté formulando un pacto para la gobernabilidad, sino que unos y otros están ya en precampaña electoral de cara a otra convocatoria con las urnas.
El acuerdo del PSOE con Rivera no alude al problema catalán. ¿Piensa que el Ejecutivo de coalición propuesto por Iglesias podría ser más condescendiente? El referéndum se erige en absoluta línea roja para el constitucionalismo.
-España está obligada a acometer una profunda reforma territorial. Ese es el verdadero reto y, para bien o para mal, requiere del concurso de los principales partidos de ámbito español.
De haber tenido Unió voz y voto, ¿qué agenda reclamaría al Estado de cara a reconducir posturas?
-En Catalunya existe una profunda sensación de menosprecio por parte de las instituciones del Estado. Lo que más independentistas ha generado estos años ha sido la actitud cerrada y hostil del Ejecutivo de Rajoy. Elementos como la bilateralidad, el Concierto Económico y el respeto hacia el modelo educativo o los temas culturales son aspectos importantes.
El lehendakari Urkullu ha planteado un elemento como la bilateralidad o la nación foral, y ya han sido desdeñados desde el socialismo, a priori más proclive al debate.
-Sin perder de vista que Catalunya y Euskadi son realidades nacionales diferentes, personalmente me siento cómodo en el discurso y planteamientos del PNV en cuanto a la relación y líneas maestras a mantener con el Estado español. No obstante, no podemos obviar que Euskadi tiene resuelta la cuestión de la financiación, que en Catalunya continúa siendo una asignatura pendiente.
¿Qué recorrido le ve a la hoja de ruta independentista del nuevo Govern?
-Hoy por hoy la independencia solo es posible a través de la ruptura, algo que una parte mayoritaria de la ciudadanía difícilmente estaría dispuesta a apoyar. Dicho esto, es evidente que la actual situación es insostenible para Catalunya. Existe una imperiosa necesidad de cambiar el marco de relaciones con el Estado, y una sólida mayoría a favor del derecho a decidir. Por ahí anda la solución.
¿Siguen creyendo que Catalunya está en manos de la CUP?
-Convergència ha subordinado su modelo socioeconómico a la consecución de la independencia, lo que comportará consecuencias nefastas para el conjunto de Catalunya.
No parece que Carles Puigdemont vaya a apartarse un milímetro de las directrices adoptadas en el pacto entre Junts pel Sí y la CUP.
-Así es.
¿Significa que se han adentrado en un camino hacia ninguna parte?
-El desencuentro entre Catalunya y España únicamente tiene solución a través de la secuencia diálogo-pacto-consulta. Ni la declaración unilateral de independencia ni el unionismo inmovilista solucionan el entuerto.
Visto el resultado, ¿habría preferido un adelanto electoral que la decisión última que adoptó Artur Mas?
-Lo escrito, escrito está. Dicho esto, Unió no deseaba la repetición de las elecciones.
El Tribunal Constitucional no parece que vaya a dar tregua. Ha comenzado ya por suspender la consellería de Exteriores, y no parece que vaya a detenerse ahí.
-El Govern no puede actuar como si no existiera la ley, del mismo modo que el Ejecutivo español no puede hacerlo como si solo existiera la ley. Se impone hacer política.
¿Imagina a Catalunya en 18 meses en puertas de la república catalana?
-Estaremos seguramente a las puertas de unas nuevas elecciones al Parlament que, mucho me temo, nos serán presentadas otra vez como si fueran comicios plebiscitarios.
¿Podrían funcionar como una nación más en el contexto europeo?
-Somos una nación que debería funcionar como tal en el contexto europeo, esa es nuestra aspiración, pero desde el acuerdo.
¿Confía Unió en que un fiasco del secesionismo en el plazo marcado pueda reportarles la razón y, con ella, la vuelta de aquel electorado que apostaba por la federación nacionalista tradicional?
-Unió no puede construir su proyecto contra el independentismo ni a partir del fracaso del independentismo. Nos preocupa y ocupa Catalunya en su conjunto. Es cierto que el sentimiento independentista aúna el 47% de los votantes del 27-S, razón por la cual sería un grave error omitir dicha realidad. Lo que nosotros pretendemos es gestionarla políticamente, tomar conciencia de ello y encarrilar la salida por cauces democráticos como el derecho a decidir. Más allá de las relaciones entre naciones, Catalunya requiere un gobierno que tome decisiones sobre el día a día.
El 20-D, con la arrolladora victoria de En Comú Podem, se demostró que hay tercera vía, que la ciudadanía quiere decidir, y se votó por alguien que en verdad pudiera influir ejerciendo poder en Madrid.
-Nosotros seguiremos defendiendo la necesidad de una consulta legal y acordada con el Gobierno de España y cuantas más formaciones políticas defiendan esta posición, más factible será acometerla.
¿Pagó Unió cierta indefinición respecto al proceso soberanista?
-Cuando uno huye de los extremos asume el riesgo de ser acusado desde el secesionismo y desde el unionismo. Pero para nosotros la política es el diálogo y la capacidad de concertación, no la confrontación que se retroalimenta de forma permanente.
Quizás el votante les ubicó algo escorados a la derecha, e incluso inclinados al mensaje centralista.
-Catalunya necesita una formación política catalanista, centrada, que persiga el máximo autogobierno para nuestro país sin poner en entredicho la cohesión social. Alguien que defienda la consulta pactada como única alternativa al escenario presente y que, paralelamente, abogue por un modelo de sociedad basado en la defensa de las clases medias, de la moderación fiscal y del apoyo real a las familias, entre otros aspectos. Mi comunidad nacional aspira a ser reconocida como tal y, por lo tanto, a ser respetada, no se define a sí misma contra nadie y lucha a diario para garantizar la cohesión nacional y evitar la fractura social.