El reconocimiento por parte del Gobierno Vasco de 187 víctimas de abusos policiales -y varias decenas a las que se les ha denegado esa condición por “motivos formales”- viene a cubrir un inexplicable vacío mantenido durante décadas y supone un paso más en la exigencia ética de memoria, justicia y reparación. A ese reconocimiento formal al amparo del decreto 107/2012 -es decir, bajo el Gobierno de Patxi López- se une el acto de homenaje a estos damnificados que se celebrará mañana y que estará presisido por el lehendakari, Iñigo Urkullu. Una presencia llena de simbolismo, porque supone dar carta de naturaleza institucional a las víctimas causadas por graves vulneraciones de derechos humanos o uso ilegítimo de la violencia por parte de las Fuerzas de Seguridad. Tanto el reconocimiento como el acto serán polémicos. Lloverán las críticas y acusaciones de equiparación, de equidistancia, de mezcla de víctimas, de un intento más de blanquear la historia terrorista de ETA...

Esas víctimas existen. Son inocentes. No eligieron -como ninguna, de ninguna clase- ser víctimas. Sus victimarios, sí.

Y, sin embargo, hay quienes nos siguen invitando a mirar para otro lado, como se hizo tantas veces, durante tantos años, con los crímenes de ETA. “No son iguales que las víctimas de ETA”, dicen. Claro que no.

Con todo, la cuestión principal es si las víctimas de abusos policiales -muertos y heridos por arma de fuego en manifestaciones o controles de carretera, torturados, etc.- son una cuestión meramente colateral, un estorbo, un problema derivado de “errores” o deben tener también una consideración política.

Negar que esta violencia brutal y criminal tenía una intencionalidad política -apuntalar el régimen franquista y/o evitar un cambio democrático que traía consigo el “separatismo”- equivale a hacer un relato falso y manipulador y no ayuda -más bien al contrario- a la deslegitimación de la violencia. Y el Estado debe asumir su responsabilidad, reconocer el daño causado, pedir perdón y resarcir a las víctimas porque la mayoría de estos actos ha quedado impune. Además, este reconocimiento solo alcanza hasta 1978, y con posterioridad ha habido muchos más casos. La memoria es global o no es.