madrid- ¿Cuál ha sido la motivación del EI -el Estado Islámico- para cometer los atentados de París? ¿Hasta qué punto ha influido en la geopolítica mundial este ataque? ¿Existe una mayor tensión internacional que en los últimos lustros? Félix Arteaga, investigador principal de seguridad y defensa del Real Instituto Elcano, da respuesta a algunas de estas cuestiones. Sus principales conclusiones: que los atentados de la capital gala solo han sido un hito en un largo proceso de lucha contra el terrorismo.

¿Cuál era el objetivo del EI con los atentados de París?

-Hay un largo debate sobre si los grupos yihadistas tienen prioridad para actuar globalmente o regionalmente. Este grupo, el EI, se venía diciendo que estaba dando prioridad a la actuación regional para consolidarse entre Siria e Irak, dejando de lado la acción global del grupo que le precedió y que hasta hace poco lideraba el movimiento yihadista: Al Qaeda. Sin embargo, los atentados de París demuestran que el EI sigue considerando la actuación global importante y, de ahí, que sus objetivos no sean exclusivamente regionales y dirigidos a la comunidad musulmana. Es más, dado que se están empezando a estancar en el ámbito militar, necesitaban un golpe de efecto.

¿Se podría decir que fue un intento de recuperar la atención global que estaba perdiendo?

-En cierto modo, sí. Para ello es importante tomar en consideración los grupos yihadistas existentes. Cuando alguno empieza a perder relevancia, como en este caso le estaba sucediendo al EI debido a los grupos que actúan en el norte de África, se producen acciones muy llamativas, normalmente contra blancos de mucho impacto, con el fin de recabar un poco de atención. Si el EI fuera el único grupo yihadista esto no ocurriría, pero como hay competencia todos quieren tener su propia notoriedad, sobre todo aquéllos que lideran simbólicamente el movimiento. De lo contrario, perderían su poder hegemónico y otro grupo tomaría su relevo.

¿Qué consecuencias han tenido estos atentados en la geopolítica mundial?

-Después de los primeros momentos parecía que iba a surtir un efecto fulminante y que todo iba a ser distinto. La emoción y la tensión del momento siempre hace parecer que se va a abrir un periodo nuevo, pero la experiencia dice que hay una situación de enfrentamiento al terrorismo a largo plazo. Porque el terrorismo no se va a acabar. Incluso si se acaba con el EI otro grupo le tomaría el relevo, ya que hay muchas cuestiones de las que se alimenta y se nutre el terrorismo yihadista.

¿Cuál ha sido la reacción de la comunidad internacional?

-En un principio también parecía que se iban a poner de acuerdo para luchar contra el terrorismo, pero al final, aunque todos consideran que es un problema grave, no convergen ni con la solución ni con la forma de contrarrestarlo. Por tanto, lo que parecía que iba a ser un punto de inflexión en las actitudes de algunos países, no ha sido más que un hito de un largo proceso. Ha servido para movilizar las conciencias y hacer patente a los ciudadanos occidentales que hay un riesgo muy próximo, sí; pero la lucha seguirá en los mismos planos salvo alguna pequeña evolución en algunos aspectos.

¿Cómo valora las intervenciones rusas en Oriente Medio?

-Son unas intervenciones interesadas, porque Rusia tiene relaciones bien trabadas con el régimen de Bashar al Asad. Además, hasta el momento Rusia también ha sido un actor importante en dicha región y no quiere que otras fracciones le desplacen de esa posición de influencia. En ocasiones colaborarán con los demás y presionarán al EI. Sin embargo, esto es algo accesorio, porque lo que realmente buscan es mantener el régimen de Bashar al Asad.

¿Y respecto al derribo del caza ruso por Turquía?

-Cuando se utiliza la fuerza se empiezan a correr riesgos y a veces ocurren consecuencias indeseadas, sobre todo cuando hay más facciones en el terreno. Por ello son necesarios acuerdos de coordinación con los diferentes países que intervienen para evitar este tipo de accidentes. Lo que ha ocurrido aquí es que Rusia ha firmado unos acuerdos de coordinación con EEUU y opina que deberían servir para que todos los aliados de este se den por enterados y se adhieran a ellos. Sin embargo, Turquía no lo ha visto así y tras las sucesivas violaciones de su espacio aéreo, las autoridades turcas se han visto obligados a actuar de forma contundente. Al final, esto se enmarca en esa situación de tensión que estamos viviendo a día de hoy.

¿Opina que esta tensión es mayor que en los último años?

-Periódicamente las situaciones se recrudecen; por lo tanto, no. Cuando el año pasado el EI tomó Mosul y se formó una coalición liderada por EEUU para combatirles ante la llegada de las imágenes de la violencia, las decapitaciones, los asesinatos en masa, etc., nos pareció el fin del mundo. Pero no lo fue. Ahora tenemos otro pico violencia y otra ola de atentados, ya que aunque el de Francia nos afecte más, hemos visto en el Sinaí y en muchos otros sitios más ataques terroristas. Es verdad que vivimos una situación violenta que procede de que los actores no estatales violentos tienen cada vez una mayor capacidad de acción y, por tanto, también de repercusión. Sin embargo, si atendemos a los indicadores y registros de conflictos internacionales no estamos ni siquiera cerca de los peores momentos de violencia.

¿De dónde proviene esta percepción entonces?

-Por una parte, de la idea que transmiten los medios de comunicación y que los ciudadanos acogen de que los Estados no pueden parar a estos grupos terroristas. En parte, es cierto que los Estados no pueden conseguir resultados tan contundentes y espectaculares como se les pide, ya que están limitados por unos principios morales y una ley internacional. Pero al mismo tiempo, las sociedades, sobre todo las occidentales, se han acostumbrado a vivir con mucha seguridad y ello hace que exageren las situaciones de violencia cuando ocurren cerca, como ha sucedido con los atentados de París.

¿Se podría decir entonces que va incrementándose la percepción de la violencia según se va perdiendo la memoria de los conflictos anteriores?

-Sí. Pero esto también tiene otra lectura: que según va perdiéndose la noción de las guerras que han sacudido en el pasado a la humanidad, las nuevas generaciones consideran más justificable el uso de la violencia ante una situación de dificultad y desesperación. Si a ello, además, le sumamos la violencia estructural que podemos encontrar en los países de Oriente Medio, el gran conjunto de intereses que chocan en la zona y la dimensión religiosa y reivindicativa que rodea al movimiento yihadista, como resultado surge un componente emocional que explica por qué muchas personas optan por esta vía violenta. Por tanto, la solución es complicada y, por mucho que se desee, el problema del terrorismo es algo que no se puede solucionar a medio plazo.