Cuando Franco murió yo era un mocoso y después no me enteré de demasiado de la incipiente transición. Andaba en otras cosas: canicas, yoyós, tiragomas, etc. Debe ser eso, que soy de una generación “tonta” y no entiendo esta efervescencia entre los nuevos viejos y los viejos renovados. Leo los titulares de la que se avecina el 20-D por España y me parece eso, el titulo de una serie. Ni los nuevos lo son tanto, ni los viejos se han renovado más allá de darse una vuelta por un plató televisivo. Iglesias se parecía a un Nicolás Maduro ilustrado hasta que le dijeron que eso tenía poca venta: es decir, que la revolución no triunfa donde hay que hacer cola para el papel higiénico y donde se crean grupos en las redes sociales para que las mujeres tengan tampones una vez al mes. Triunfó en Venezuela Chávez porque había mujeres que nunca pudieron acceder a ese producto de primera necesidad y ha palmado ahora Maduro en las elecciones porque quienes hoy pueden comprarlo no lo encuentran. Lo que Iglesias propone es novedoso en origen, el 15-M, pero el destino parece más propio de un sistema del siglo XX ya probado muchas veces.
A Rivera le pasa algo parecido. Es un nuevo con pintas de novio perfecto de los 70 haciendo oposiciones. El PP al maquillaje no ha conseguido quitarse la pátina de la herencia franquista. Sí, han pasado muchos años, es verdad; creo firmemente que hay una generación del PP que nada tiene que ver con Franco, pero su marca ligada a los trepadores al amparo del régimen en las ciudades y a los caciques del casino en la España rural es un lastre que ahora Ciudadanos pretende lavar y, de paso, heredar. Entiéndase en sentido metafórico. Si a Rajoy le pasan el peine anti piojos, el de las púas finísimas que se lleva las liendres, sale un Rivera. Tiene pinta de que Ciudadanos conecta más con la derecha de Sarkozy, y si me apuran con Le Pen, que el actual PP. Veremos a dónde va el francés dentro de cuatro años. El partido que vino de la nada pasa su prueba de fuego. Con una diferencia menor a 50 escaños entre un PP ganador y Ciudadanos, el PP se lo tiene que replantear.
El PSOE tiene pinta de ser víctima de una tormenta perfecta. A estas alturas las quinielas están en si Pedro Sánchez aguantará al frente del partido en el caso de que las encuestas no se equivoquen. Si las derrotas se llevaron a Almunia y a Rubalcaba, qué no debería pasar ahora con Sánchez. Podría no comer el turrón como secretario general.
La pugna vasca, esa que mantienen desde hace cuatro citas electorales PNV y Bildu, parece que caerá por segunda vez consecutiva del lado de los primeros. Es difícil interpretar las razones de que la brecha pueda aumentar: se me ocurre, desde luego, que la irrupción de Podemos erosiona mucho más a la izquierda aber-tzale que al PNV; pero también a que parte del electorado perciba las apuestas institucionales sin riesgo como un valor en tiempos de salida de una crisis frente al rupturismo que propone Bildu siguiendo el modelo catalán.