Cuatro de los cinco kamikazes de los atentados de París identificados por el momento, además del sospechoso huido, comparten un pasado de pequeños delincuentes que acabaron en posiciones yihadistas radicales tras haber pasado por Siria. Es el caso de Salah Abdeslam, supuestamente el único que sigue con vida de los autores de los atentados. Francés nacido en Bélgica hace 26 años y residente en el barrio bruselense de Molenbeek, estaba fichado por delitos de tráfico de estupefacientes, tenencia de armas y violencia. Allí vivía también su hermano Brahim Abdeslam, cinco años mayor que él y que accionó su cinturón de explosivos en una terraza del centro de París tras haber disparado a decenas de personas.

Fichado por la policía desde los 14 años por tráfico de estupefacientes, Brahim regentaba el Cafe des Béguines de Molenbeek hasta que fue precintado por un delito de tráfico de drogas.

En la sala Bataclan fue encontrado el cuerpo de Ismail Omar Mostefai, nacido hace 29 años en Courcouronnes, al sureste de París, condenado por ocho delitos menores -entre ellos conducción sin permiso y detención por posesión de estupefacienes- entre 2004 y 2010, año en que la inteligencia francesa lo incluyó en un fichero de potenciales radicales.

En la misma sala de conciertos apareció el cadáver de Samy Amimour, nacido hace 28 años en París y residente en Drancy, al sur de la capital, se radicalizó en la mezquita de Le Blanc Mesnil, al este de París. Cerca del Estadio de Francia se suicidó Bilal Hadfi, francés de 20 años residente en Bélgica, en el barrio bruselense de Neder-over-Hembeek, fanático del fútbol hasta que en la primavera de 2014 comenzó a frecuentar ambientes yihadistas radicales.