bilbao - Escenas de extrema dureza en un contexto realmente duro. El 21 de junio de 1995 llegaban al cementerio de Tolosa los restos mortales de Joxean Lasa y Joxi Zabala. Secuestrados en Baiona en 1983 por los GAL, su cuerpos aparecieron enterrados en cal viva en Alicante en 1985. Sin embargo, hasta una década después, en 1995, no se pudo determinar que aquellos restos, con evidentes señales de tortura, eran los de los dos jóvenes tolosarras. Los cuerpos llegaron a Tolosa el 21 de junio con una orden explícita emitida por el juez de la Audiencia Nacional Carlos Bueren: nadie, ni la familia, podía siquiera tocar los féretros.
Ya se habían producido incidentes a la llegada de los féretros al aeropuerto de Hondarribia, pero lo que se vivió después en el cementerio de Tolosa ha quedado grabado en la retina de este país. Cargas de la Ertzain-tza, gritos, sangre y dolor, mucho dolor, tanto físico como moral.
En las jornadas de valoración de la autocrítica que se celebraron ayer en Donostia, Juan Mari Atutxa, entonces consejero de Interior del Gobierno vasco, dio a conocer la carta que mandó a los padres de Joxean Lasa y Joxi Zabala un día después de los sucesos del cementerio, carta que este diario reproduce íntegra.
En la misiva, Atutxa, que mientras estuvo al frente de su responsabilidad vio como ETA asesinaba a 138 personas, expresaba a las familias “la profunda amargura e inmensa tristeza por los hechos acaecidos ayer en el cementerio de Tolosa en el momento de dar sepultura a vuestro hijo”. Señalaba, además, que “en ningún momento habríamos pensado ni yo mismo, ni este Departamento, ni la propia Ertzaintza, que la situación se desarrollara de este modo”.
Más adelante hacía una confesión: “Hemos demostrado continuamente en este pueblo que no somos capaces de ponernos en la piel de los demás. Y, en mi opinión, esa actitud actúa como estímulo de nuestras disputas y amarguras”. Además, en la carta reconocía que “el cumplimiento de nuestra obligación el día de ayer -la orden partió de la Audiencia Nacional- no fue nada fácil y menos, agradable”. Por ello, Atutxa señalaba que por su parte no había “ninguna intención de vertir más tristeza sobre la lamentable historia que concluyó ayer con el entierro de vuestro hijo”.
Además, condenaba sin paliativos lo ocurrido con los dos tolosarras: “Quiero deciros que denuncio enérgicamente los sucesos que acarrearon la muerte de vuestro hijo y que aquellos que lo mataron son los principales responsables de los hechos sucedidos ayer. Pero no tenemos mejor modo de superar conflictos de este tipo que aprender de los mismos”.
La carta finalizaba mirando al futuro. “La situación que vive nuestro pueblo nos llevó ayer a vivir una experiencia realmente penosa. Lo acontecido ayer debería llevarnos a trabajar para resolver este problema que pervive durante demasiado tiempo. Creedme que ni la Ertzaintza ni este departamento hemos tenido ni la más mínima intención de suscitar acontecimientos de este tipo”.
época difícil Los hechos a los que se remitía el entonces consejero de Interior se produjeron en una época de extrema dureza con ETA aún activa. Dos días antes de la actuación de la Ertzaintza en el cementerio de Tolosa, el policía municipal Jesús Rebollo moría en Madrid al explotar un coche-bomba y también en junio, el día 8, era asesinado en Donostia el jefe de Unidad Antiterrorista de la Policía Enrique Nieto. Además, ese año de 1995 comenzó en enero con un atentado de especial relevancia puesto que ETA mataba al concejal del PP en la capital guipuzcoana Gregorio Ordóñez,
Asimismo, hasta 1995 la organización armada era responsable del asesianto de seis ertzainas y el propio Juan Mari Atutxa había sufrido hasta una decena de tentativas de atentado. - DNA