“La disolución de ETA ayudaría a la situación de los presos y a la izquierda abertzale”
Juan Infante (Bilbao, 1953), abogado y escritor de novela negra, tomó parte en la negociación que desembocó en la disolución de ETA (pm) en septiembre de 1982
Gasteiz - El abogado Juan Infante participó en la cocina que acabó con la disolución de ETA (pm). Era el letrado defensor de Juan Manuel Goiburu y de Fernando López Castillo, dos de los responsables del grupo armado que tomaron parte en la rueda de prensa celebrada a cara descubierta en Biarritz.
Han pasado 33 años desde que ETA (pm) anunciara su disolución. ¿Cómo lo recuerda?
-Hubo una voluntad política por parte de quienes entonces eran dirigentes de Euskadiko Ezkerra, sobre todo Mario Onaindia, Juan Mari Bandrés y Teo Uriarte, y creo que ellos tenían influencia no solo personal, sino también política sobre los polimilis. La voluntad firme de disolución fue muy clara y el grueso de los polimilis decidió disolverse y la verdad es que salió muy bien. Ninguno de ellos volvió a la actividad y hubo una reinserción e incorporación a la vida diaria. Fueron pocos los que volvieron a la política. La inmensa mayoría regresó a sus casas. Lo que pasa es que lo que se pensó que podía ser un ejemplo para lo que se mantuvo como ETA no fue tal, y el terrorismo siguió campando tres décadas más.
¿Fue clave el papel del ministro del Interior, Juan José Rosón?
-La verdad es que los primeros contactos se iniciaron con UCD, con Suárez y Rosón, y luego continuaron con los socialistas. Tanto Suárez como Rosón vieron con mucha claridad aquella oportunidad y trabajaron muy bien. Creo que lo importante es que hubo una confianza mutua, tanto por parte de los dirigentes de Euskadiko Ezkerra como del Gobierno español. Se vio que la disolución no era un truco.
¿Cómo se solucionó la cuestión de los presos y exiliados?
-Hubo una especie de colaboración activa, tanto del Gobierno como de la judicatura. Hubo indultos, los que estaban en el exilio se fueron presentado en la Audiencia Nacional y fueron saliendo con fianzas. No fue un proceso inmediato. Empezó en 1982 y acabaría en el 86, duró más o menos cuatro años. Y los últimos en incorporarse a la vida normal fueron el grupo de dirigentes. Como digo, hubo mucho engranaje político y jurídico para encontrar una salida.
¿Ahora sería posible algo así?
-El tema principal ahora es la resolución de la gente que está en la cárcel. Creo que, si ETA se disolviera, probablemente los poderes del Estado español arbitrarían posibilidades. Hay gente que lleva muchos años en la cárcel y con ETA disuelta se podrían encontrar soluciones. Probablemente con la disolución se facilitaría este proceso. Es más importante que la entrega o el sellado de armas. Eso es más mediático o aparatoso, pero lo fundamental sería una disolución creíble y eso se sabe cuándo se lleva a cabo de verdad.
Sin embargo, el IRA provisional y las Brigadas Rojas no se han disuelto.
-Pero hay que recordar que hay gente de las Brigadas que sigue en la cárcel. Es muy probable que ETA no se disuelva, pero será un tema acabado y habrá gente que seguirá cumpliendo condena. El Estado tiene muy poco que perder en este asunto. En el fondo, la disolución sería ratificar la situación actual en la que está ETA desde que decidió abandonar la violencia. Es algo que, además, ayudaría a la situación de los presos, a sus familiares y a la izquierda aber-tzale. Creo que incluso socialmente es un tema que ya no preocupa a la gente, ahí están las encuestas, y no creo que vaya a haber nadie capaz de ejercer una presión.
¿En qué situación quedan los presos?
-Se podría dar una especie de vía Nanclares, aunque no se llamara así. Que se utilizara el reglamento penitenciario que se usa para otros presos y nadie debería pensar que con ello se está incurriendo en un trato de favor.
Hay quien apunta que ETA debe reconvertirse en una sociedad civil y política.
-Lo que tiene que hacer es disolverse y punto. No le veo ningún sentido a pensar que sea una organización civil. Además, la izquierda abertzale ya está gobernando en cantidad de municipios. Al final se arriesgan a convertirse en un nuevo Grapo. El Grapo tampoco se ha disuelto. Formalmente está ahí, pero hay gente que sigue cumpliendo condena.
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