IRUÑEA - Nada queda ya que recuerde a Yolanda Barcina en el despacho de la presidenta del Gobierno de Nafarroa. Apenas un escueto dossier que la anterior inquilina ha dejado a Uxue Barkos Berruezo (Iruñea, 1964) con varias notas genéricas a modo de libro de instrucciones. “Nos toca empezar de cero”, destaca. Dos meses después de las elecciones, es hora de remangarse y afrontar la realidad. Hay que empezar a gobernar.
Ha sido todo muy rápido. ¿Ha tenido tiempo para reflexionar?
-Me temo que no. Está siendo un momento vertiginoso. Hay que acomodarse, acostumbrase a la velocidad y confiar en que llegue la calma.
¿En qué momento se da cuenta de que va a ser presidenta navarra?
-Cuando firmo la aceptación de la propuesta de la presidenta del Parlamento para el pleno de investidura. Fue el 3 de julio, justo después de cerrar del acuerdo programático. Fue un momento de enorme vértigo, pero también de emoción.
¿Va a usar el coche oficial?
-A trabajar vendré andando, pero si tengo que viajar haré uso de él. No deja de ser una herramienta de trabajo, no solo de la presidenta y los consejeros, si no de todo el Gobierno.
¿Va a llevar seguridad?
-De momento llevo la que me han recomendado los expertos.
¿Revisarán las retribuciones de los miembros del Gobierno?
-Vamos a suprimir el complemento de responsabilidad aprobado en 2011, y que en el caso de la presidenta es del 33%. No es razonable mantenerlo.
¿Es consciente de las expectativas que ha generado este cambio?
-Sí, pero también de la sensatez con la que la gente lo ha asumido. Sabe que no va a ser de la noche a la mañana, que no va a perfilarse en milagros infantiles, que va a ir poco a poco.
¿En qué va a consistir?
-De entrada, en los gestos de acompañamiento a la sociedad. Sobre todo de la parte más castigada por la crisis. En la propia configuración del Gobierno se ve claramente dónde están las prioridades, con dos vicepresidencias, la de Derechos Sociales y la de Desarrollo Económico.
¿Tanta expectativa no puede llevar a la frustración?
-En algunos momentos puede haber cierta desilusión, pero espero que nunca frustración. En eso nos vamos a empeñar especialmente. Hemos hecho un esfuerzo por no hacer promesas incumplibles.
¿Por dónde van a empezar?
-Nuestra prioridad pasa por preparar las bases de una batería legislativa que va a tener que llevar adelante el Parlamento nada más retomar su actividad. Tenemos las urgencias perfectamente detectadas en la recuperación de los derechos sociales.
También deberán empezar a preparar el Presupuesto.
-Me gustaría que para finales de agosto cada departamento tenga fijadas ya las líneas generales, y así en septiembre podamos presentar el anteproyecto bien definido.
¿Hay dinero?
-En el traspaso de poderes las voces autorizadas dicen que la cosa va bien. Pero vamos a ver cómo están yendo los ingresos. Yo no soy tan optimista.
¿Subirá los impuestos?
-La política fiscal es una herramienta para equilibrar el esfuerzo en una situación económica como esta, y es lo que vamos a hacer. ¿Más impuestos? Unos pagarán más y otros menos.
La reunión con Yolanda Barcina pareció bastante cordial.
-Fue un traspaso de despacho más que otra cosa. Ambas le debemos a Navarra lealtad institucional a esta presidencia.
¿Con qué criterios se van a nombrar los directores generales?
-La última palabra la tendrá cada uno de los consejeros. De partida vamos a buscar nombres de consenso tanto del ámbito de lo técnico como de lo político, como con el Gobierno.
¿Va a ser un cambio total o habrá altos cargos que se queden?
-Un cambio de Gobierno como este exige poner los contadores a cero. Eso no quiere decir que alguna persona que pueda compartir el proyecto estratégico pueda ser interesante. Si se da el caso, se valorará. No va a ser un Gobierno revanchista. Ahora bien, en algunos puestos es imposible compartir el nuevo posicionamiento si se asumió el del anterior.
En el acto de investidura no estuvieron presentes ni el arzobispo ni la autoridad militar ni los mandos policiales. ¿Fue un gesto de cambio?
-Fue una decisión del Parlamento, que es quien gestionó el protocolo. En cualquier caso, hubo una magnífica representación de la sociedad. Ámbitos también de la Iglesia, como Cáritas o Foro Gogoa. Fue un acto abierto, con otro talante.
¿Se puede cambiar Nafarroa sin enfadar a nadie?
-No. Evidentemente habrá gente que no va a estar de acuerdo con las cosas que vamos a hacer. No pretendo construir una arcadia feliz, y habrá quien no esté satisfecho. Es más, incluso habrá momentos en los que tampoco contentaremos a los propios, cuando la velocidad o la intensidad de algunas medidas no colme las expectativas. Pero eso no quiere decir que las decisiones que se tomen no sean pensadas para todas y todos los navarros. Va a ser un Gobierno con vocación de gobernar para toda la sociedad.
¿El euskera se ha convertido en un símbolo del cambio?
-Se está normalizando. De diez miembros del Gobierno, siete somos euskaldunes. Es una realidad, y lo vamos a hablar con naturalidad. Por supuesto, sin olvidar a aquellos ciudadanos que no saben euskera, con la traducción correspondiente. ¡Pero es que somos euskaldunes!
¿No hay un riesgo de que los ciudadanos que no comulgan con el cambio acaben focalizando en el euskera su rechazo al Gobierno?
-El euskera, como el castellano, no son herramientas de exclusión. El problema es que durante años la Administración ha ignorado a uno de sus idiomas. Hubiera sido suficiente con un gesto por aprender unas palabras. Tal vez ahora alguien se sienta molesto, pero con el tiempo pasará.
¿Veremos la ikurriña en el Palacio de Navarra?
-No creo que sea una demanda mayoritaria de los ciudadanos. Sí en muchas localidades navarras, pero no en el conjunto de la Comunidad. Así que no le veo mucho sentido.
¿En su despacho tampoco?
-Como abertzale tengo mis banderas, pero este es el despacho de la presidenta de Navarra, y están las banderas que dicta la ley. Personalmente, en este despacho la bandera que tiene que estar es la de Navarra. No soy persona de hacer batalla de los símbolos, pero si cambia la ley, ya veremos.
¿La negociación ha sido más larga de lo que esperaba?
-Desde el principio dijimos que había que hacerlo sin pausa, pero que había que hacerlo bien. Nunca antes en Navarra se había dado un acuerdo de tanta profundidad y tan amplio, buscando el consenso y no un reparto porcentual de poder.
¿Hay algún elemento del programa que le resulte incómodo?
-Todos nos hemos dejado pelos en la gatera, pero comparto todo el acuerdo y su filosofía, y lo voy a defender en su totalidad. Tenemos un nivel de concreción muy extenso, y eso me da mucha seguridad.
¿Qué margen de actuación tiene el Gobierno allí donde el acuerdo es ambiguo o no se menciona?
-El acuerdo programático es realmente amplio. Fija medidas concretas y una línea clara de actuación, centrada en la prioridad de lucha contra la pobreza y el paro, y en una apuesta por las políticas públicas. Eso ya marca una dirección para resolver los problemas que vayan surgiendo.
Pero hay cuestiones que dan margen para la interpretación.
-No se ha dejado nada para la interpretación. Sí es cierto que hay cuestiones que no hemos podido calibrar del todo porque ni sabemos cómo están las arcas forales ni tenemos la asesoría jurídica necesaria. Para las cuestiones más estratégicas que trasciendan al día a día, queda la comisión de seguimiento, que velará por el cumplimiento de ese programa.
¿Es el Gobierno que hubiera hecho si llega a tener total libertad?
-Si lo hubiera hecho yo sola no sería tan buen Gobierno, seguro. Cuando un grupo concita consensos el resultado suele ser mucho mejor. Por lo tanto, estoy muy satisfecha.
¿Por qué ha querido que fuera EH Bildu quien propusiera la consejera de Interior?
-Es que no fue así. Hice un planteamiento de una persona concreta para ese departamento, que sí era de EH Bildu. Pero lo pusimos sobre mesa por su capacidad. Como no pudo asumir la responsabilidad, salió el nombre de Mari José Beaumont y me pareció más que válido. En estas primeras horas en el cargo ha dado muestras más que sobradas de su capacidad.
¿No previó esta polémica?
-Si no es esta, hubiera sido otra la polémica. Habríamos tenido la misma impostura en cualquier otro departamento con cualquier otra excusa. Salvo insultos en las críticas al nombramiento no ha habido ni un solo elemento relevante o real que explique que Beaumont no está capacitada para el cargo.
¿Al final ha impuesto su criterio en la composición del Ejecutivo?
-No ha sido ninguna imposición. Hemos buscado el consenso y creo que en líneas generales todos estamos satisfechos. Lo que ocurre es que había diferencias sustanciales sobre cómo se debía conformar el Gobierno. Nosotros creíamos importante huir de los modos tradicionales de coalición, evitando cuotas por partidos, y apostar por perfiles profesionales al margen de su afiliación política. Fue una propuesta clara desde el principio, planteada con lealtad al resto de fuerzas del cambio y a la sociedad.
¿Por qué ha sido tan firme en su modelo de Gobierno?
-Porque nos tocaba liderar el Gobierno a nosotros, y entendíamos que era la mejor forma de garantizar la estabilidad interna y evitar que las diferencias de partido afecten a su buen funcionamiento. Queríamos consejeros que desde su compromiso con el acuerdo programático respondieran a las necesidades del departamento que van a dirigir.
También es cierto que este modelo garantiza a Geroa Bai mayor protagonismo que al resto.
-Ni era el objetivo, ni creo que sea el resultado final. Este no es un Gobierno de Geroa Bai ni de Uxue Barkos, es el Gobierno del cambio, y representa el consenso básico del acuerdo programático. Debemos mirar más allá de la mera estructura del Gobierno. Lo importante es que la apuesta por el cambio funcione, y para eso el Gobierno debe funcionar. Eso exige a sus miembros compromiso, encuentro y lealtad al proyecto, pero también a quien lo dirige, la presidenta.
¿No hay un riesgo de que los partidos quieran buscar ahora su propia cuota de protagonismo?
-Tenemos un Ejecutivo que queda a salvo de las lógicas y legítimas diferencias entre partidos, y por eso lo hace más fuerte. Además, da margen a los partidos para mantener su posición política en el Parlamento.
¿Por qué no quiso incluir a Adolfo Araiz en su Gabinete?
-No es que no quisiera incluir a Araiz. Sobre la mesa se plantearon diferentes propuestas y finalmente se ha optado por perfiles que se acomodaban más al modelo planteado. De hecho, propusimos otras personas con afiliación de EH Bildu que por circunstancias no han salido.
¿Comprende que haya cierto malestar en EH Bildu por la composición?
-Entiendo que no se comparta el modelo que propuse. Pero me correspondía a mí liderar el Gobierno y por lo tanto asumir esa responsabilidad. Siempre dije que este acuerdo requería mucha inteligencia, mucha generosidad y mucho trabajo. Y creo que ha habido de todo por partes de todos.
¿Que Podemos se haya desmarcado de la composición genera un foco de inestabilidad?
-No es algo que me preocupe. Me consta que hay satisfacción con respecto a algunos consejeros. También ha tenido mucho que ver en la creación de la vicepresidencia de Derechos Sociales en relación transversal con la de Desarrollo Económico. Ha hecho un trabajo muy importante.
¿En temas que no haya acuerdo veremos mayorías alternativas?
-Eso es inevitable. Pero el punto de partida es el documento que firman cuatro partidos. Los acuerdos estratégicos deberán contar con el apoyo de los cuatro grupos.
¿El PSN puede ser un socio en la recámara por si falla algún otro?
-Si hay diferencias y tensiones, que las habrá, la primera tarea del Gobierno será trabajar para reconducir la situación y volver al consenso. Otra cosa es que el PSN se quiera sumar.
¿Se puede sumar al PSN sin dañar la relación con el resto de socios?
-En la medida en que haga su recorrido, el PSN puede ser un agente más del cambio al final de la legislatura. Pero no será en detrimento del acuerdo de Gobierno.
¿Ve posibles acuerdos con UPN?
-UPN, como partido de entidad e importancia en Navarra, tiene un reto propio, que es reordenarse desde la oposición. Me gustaría pensar que va a ser una oposición absolutamente leal, pensando en Navarra.
¿Le interesa al Gobierno de Nafarroa un cambio en España?
-Al Gobierno como tal no. Si acaso, a la propia sociedad navarra.
¿Le preocupan las primeras reacciones que llegan desde el Ejecutivo español respecto a Nafarroa?
-De momento se han limitado a negar transferencias que llevan pendientes 40 años, así que no creo que sea por el resultado de las elecciones. Lo que sí me preocupa, enormemente además, es la voluntad de buscar problemas donde no los hay. Son posturas muy lejanas de la deseable madurez política. De todas formas, es algo que sabremos gestionar.
¿Puede ser un primer aviso? Quedan pendientes cuestiones como la renovación del Convenio.
-Espero que no. Desde luego no vamos a permitir que una diferencia política se traduzca con un castigo en torno al Convenio.
¿Con qué actitud va a encarar la relación bilateral con el Estado?
-Por nuestra parte va a haber absoluta lealtad institucional. Pero también ambición y firmeza en la defensa del autogobierno.