Si bien el match-ball está en el aire, de momento ya se ha apuntado más de un set cual tenista de clase, devolviendo por encima de la red, y a raquetazos si ha hecho falta, todas las pelotas con las que, desde Madrid o dentro del mismo proceso soberanista, le han bombardeado. Artur Mas le ha ganado el pulso a Oriol Junqueras hasta la amenaza final de que o se aceptaba la lista unitaria y aderezada de políticos, o daba carpetazo al 27-S, con lo que el sueño secesionista habría fenecido. Y mientras el jefe del Govern se ha colocado al frente de la pancarta, con permiso de la sociedad civil, el republicano, tras sucesivos virajes en su discurso, se conforma con haber subido a CDC al tren de la independencia, desconexión del Estado incluida.
“No haré cualquier cosa”, advirtió días antes del pacto Mas, mensaje manejado desde que, desoyendo las amenazas del Gobierno del PP, se mantuvo firme en la pretensión de convocar una consulta de autodeterminación, anunciando la fecha y pregunta el 12 de diciembre de 2013, enunciado doble que formuló él en contra de ERC, CUP y la ANC, que querían una fórmula a la escocesa, “una sola y clara pregunta”. Ello permitió que Unió e ICV no se descolgaran de la hoja de ruta por entonces al incluirse la opción federal. Obstáculo salvado. Después, el Ejecutivo de Rajoy y el TC enterraron el 9-N original, y el 13 de octubre de 2014 el president, en una de las múltiples cumbres, planteó el proceso participativo, que disgustó a todos los actores citados, y hasta Junqueras le acusó de romper los acuerdos y pidió elecciones cuanto antes. Pero Mas, a quien dieron por muerto, emergió y los mismos que le crucificaron festejaron con abrazos la masiva participación y el triunfo del sí-sí. Escollo superado.
En las semanas posteriores se le presionó para avanzar los comicios pero el líder convergente contraatacó el 25-N con una plancha única que ERC rechazó, poniendo en jaque los Presupuestos; si bien el 14 de enero republicanos y ANC cedieron y avalaron el 27-S mientras el president consentía las candidaturas soberanistas por separado en aras de un cariz plebiscitario. El proceso se durmió y, aunque ni el caso Pujol ni los recortes le desbancaron de su liderazgo en las encuestas, la independencia bajaba enteros y la izquierda alternativa conquistaba Barcelona. Las entidades sociales gestaron la lista civil sin políticos para tomar oxígeno, y aunque la CUP haya preferido el confort, como lamenta él, Mas sale victorioso del penúltimo envite al situar todo el escenario en la casilla inicial.
Y reforzado si nos atenemos al donde dije digo, digo Diego de Junqueras. Lejos queda su conferencia, una enmienda a la totalidad al órdago de plancha única del president, cuando le espetó que tres candidaturas separadas pero unidas por un lema, actos conjuntos y programas similares “maximizarían” los votos independentistas, la lista paraguas. “La diversidad nos enriquece. La lista única aleja a los que no lo tienen claro”, sentenció el líder de ERC. Junto a David Fernández (CUP), firmó hace pocos días un artículo donde reseñaba, aludiendo a Mas, que “reducir el proceso a una sola persona es no querer entenderlo”. La misma jornada se autoenmendó y abrazó la lista unitaria pero sin políticos, convencido de tener de su lado a las entidades. Hasta que arrancó la reunión del pasado lunes. Saca Mas. El president de la victoria.