Más que templar gaitas, los famosos silencios de Mariano Rajoy tienen la dudosa virtud de llenar páginas de periódicos y horas de televisión con especulaciones que sumen en un estado de ansiedad generalizado a los dirigentes del PP. Es lo que está ocurriendo estos días. Pese a la inclinación natural del presidente del Gobierno español y del PP a no hacer mudanza en tiempo de desolación, ha acabado por reconocer que hará cambios en su gabinete con el objetivo de reforzar su perfil político y, sobre todo, “comunicar más” la acción de gobierno. Cambios que también afectarán al PP, incluso más en profundidad que los que aplicará en el Consejo de Ministros. El pasado miércoles Rajoy reconocía en una de esas prolijas declaraciones suyas fuera de España que el PP tiene cosas que “rectificar” si quiere ganar las elecciones.
Y es que el PP se encuentra es estado de shock después de perder 2,5 millones de votos en las elecciones del pasado 24 de mayo, centenares de ayuntamientos, como los de Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla, y varias comunidades autónomas, a consecuencia de acuerdos multipartitos entre formaciones de izquierdas, fundamentalmente. El partido necesita reaccionar de cara a las elecciones generales, que tendrán lugar dentro de cinco meses, a finales de noviembre, tiempo suficiente, considera Rajoy, para sacar réditos de la savia nueva en el Gobierno español y el PP, y sobre todo de las previsiones económicas y de creación de empleo.
La inminencia del anuncio con los cambios en el gabinete, que los medios cercanos a Rajoy sitúan la próxima semana, posiblemente el martes tras el regreso del presidente español de un viaje a Milán, ha vuelto a colocar en el ojo del huracán a dirigentes populares como el gasteiztarra Alfonso Alonso o el gallego Alberto Núñez Feijóo, llamados a tener más protagonismo bien en el partido bien en el Gobierno.
Todo apunta a que no habrá revolución en el Gabinete Rajoy. Se da por descontada la marcha de José Ignacio Wert, que ha solicitado su salida para acompañar a su ex número dos en el Ministerio de Educación, y con la que se casará en julio, a su nuevo cargo en la OCDE en París. El propio Rajoy rebajó el jueves las “expectativas” de los posibles cambios porque no cambiará las políticas económicas y ello permite “sacar algunas conclusiones” sobre la envergadura de las novedades.
Los exégetas de lenguaje mariano se han apresurado a traducir estas palabras como un apoyo al equipo económico de su gobierno, integrado por Luis de Guindos, Cristóbal Montoro y José Manuel Soria, que permanecerían en sus puestos. En las últimas semanas también se ha puesto en duda a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, no tanto por su labor de mano derecha y de coordinación del gabinete, sino en su faceta de voz del Gobierno. Pero fue el propio Rajoy el que salió al paso de las acusaciones contra su número dos al afirmar que “es una persona que desempeña su labor francamente bien”.
Lo cierto es que mandatario popular considera que la mala comunicación de lo que hace el PP y el ejecutivo es la razón principal por la que los electores le han dado la espalda, por lo que tratará de fortalecer este flanco. Pese a la apelación del presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, a que Rajoy “se mire al espejo” antes de presentarse como candidato, el partido en su conjunto y, por supuesto, su máximo dirigente parecen coincidir en que es el mejor activo para que el PP regrese a La Moncloa tras las próximas elecciones generales, por lo que el presidente español estaría pensando en reforzar su protagonismo en la tarea de comunicar y trasladar a la ciudadanía los logros de los populares. Eso restaría responsabilidades a Soraya Sáenz de Santamaría, cuya portavocía del Gobierno podría recaer en la figura ascendente del ministro de Sanidad, el máximo dirigente del PP en Araba, Alfonso Alonso, quien con solo medio año al frente de la cartera ministerial ha consolidado su ascendiente tanto en el partido como en el círculo más cercano a Rajoy. Como las intenciones de Rajoy aún son inescrutables, Alonso no se sale del guion ante los periodistas al asegurar que su ministerio “no deja mucho tiempo para otras cosas”.
feijóo, el eterno sucesor Otro ministrable con el peso político que busca Rajoy es el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, que sale de nuevo en las quinielas como posible candidato para sustituir al frente de Fomento a Ana Pastor, quien a su vez ocuparía el puesto que deja Wert en Educación. La importancia de este fichaje radicaría en la buena imagen que tiene el gallego como presidente autonómico y dentro del PP, lo que le habilitaría para ejercer la labor de portavoz. Su inconveniente, que el nombramiento pueda verse en clave sucesoria, lo que sería contraproducente para afianzar la figura del presidente del Gobierno español en su carrera a La Moncloa. Así que no es de extrañar que, ante los rumores que le señalan, Feijóo niegue cualquier pretensión que vaya más allá de garantizar la “estabilidad” de su gobierno en Galicia “hasta octubre de 2016”, cuando concluyen los cuatro años de legislatura. “Mi trabajo está en Galicia”, sentenciaba el jueves pasado.
En el PP, todas las posibilidades están abiertas. Al tiempo que se descarta la sustitución de la número dos, María Dolores de Cospedal, que ahora además tendrá más tiempo para dedicarse al partido por su desalojo al frente de la Junta de Castilla-La Mancha, se barruntan cambios en las portavocías y vicesecretarías generales del PP, para las que suenan el ascendente Pablo Casado, el portavoz de la campaña electoral del 24-M -y al que algunos también sitúan en La Moncloa-, además de, otra vez, Alfonso Alonso y Núñez Feijóo.