aPedro Arriola, gurú de Génova, el asesor con más ascendente en la cúpula de la formación conservadora, una especie de Rasputín de la política moderna, el analista de cabecera del Partido Popular, las cuentas no le salen. La hoja de cálculo, el excel del PP, otrora exuberante en las contiendas electorales, un torrente de votos, de ganancias, solo señala pérdidas. El Partido Popular, que presumía tener un electorado con altas dosis de lealtad e igualmente movilizado, asiste a la caída de ese mito encuesta tras encuesta. Cada sondeo que se publica es un directo al hígado de los populares, en una situación inquietante y desconocida. Tan azorado y desorientado se encuentra el PP, atosigado por los casos de corrupción, cercado por la crisis y señalado por una gestión económica plagada de recortes, que Mariano Rajoy se vio obligado a levantar el teléfono rojo para contactar con José María Aznar, otrora líder del PP en una maniobra que tiene más de desesperación que de convicción como argumento.
De hecho, todos en Génova son conscientes de que las relaciones entre Rajoy y Aznar, si bien este le nombró como su sucesor, son muy frías. Aznar no ha tardado en tirar con bala. Durante el discurso del viernes en la convención nacional del PP se descolgó con una frase demoledora sobre la corrupción: “Cada uno tiene que responder de sus actos”. El recordatorio de Aznar llegaba el mismo día que Luis Bárcenas, el extesorero del PP, afirmaba que Rajoy estaba al corriente de la contabilidad B del PP. Sin embargo, ante el evidente declive de la formación, el PP ha desempolvado al dirigente del desván de FAES para mostrarlo como símbolo de los buenos tiempos y vigorizante para la maltrecha moral del partido. El expresidente que pasó del célebre “váyase señor González” a “España va bien” es el blasón al que se aferra el PP para tratar de mejorar los achaques.
“El Partido Popular recurre a Aznar porque desde un punto de vista electoral se encuentra bastante bajo”, desliza Asier Blas, profesor de Ciencias Políticas en la UPV/EHU. La reaparición de Aznar en la convención nacional del PP de este fin de semana, parida bajo el lema Juntos por un gran país, y la promesa de que estará en varios mítines de cara a los comicios municipales, es la señal inequívoca del grado de desesperación de los populares, un partido debilitado desde distintos flancos. En el PP suspiran porque la situación económica mejore para tratar de asomar con algún argumento en la próxima batalla electoral. Entre tanto, el PP ha emprendido una estrategia de cierre de filas y discursos añejos, muy pegados a la efigie que representa Aznar. “En estos momentos es difícil analizar los frentes abiertos que tiene el PP”, agrega Lluis Orriols, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Sostiene el politólogo que “hasta ahora el PP solo se tenía que preocupar de ganar votos por el centro. Sin embargo, ahora tiene un gravísimo problema de lealtad entre sus votantes, un problema que ha situado al PP en una situación excepcional debido a la situación económica, la crisis y la corrupción”. El escenario al que se enfrentan los populares en los próximos meses es un desafío por inexplorado, inopinado y complejo. “El problema para el PP es que Ciudadanos, que viene a ser el Podemos de la derecha, está subiendo mucho y tienen un discurso identitario muy potente pero que es más fresco que el de los populares”, diserta Asier Blas.
rivales en la derecha Ciudadanos es un invitado inesperado para los estrategas de Génova, que nunca contemplaron una situación parecida. Vox, que surgió a la derecha del Partido Popular con dirigentes como Santiago Abascal o Alejo Vidal-Quadras, de pasado popular, no deja de ser una formación residual, nada que ver con el despegue de la formación de Albert Rivera, un partido que ha puesto en guardia al PP, que hacía años que no tenía que prestar atención al costado derecho porque el caladero de la derecha era cosa suya casi de manera exclusiva. Al despunte Ciudadanos en clave electoral, se le debe añadir el debilitamiento interno de los populares, de su base, donde son muchos los contrarios al modo de gobernar de Rajoy. El desencanto barniza al PP. “Las encuestas dicen que las tasas de lealtad de sus votantes han caído muchísimo, la abstención se ha disparado y además ha aparecido Ciudadanos, el reverso de Podemos, que es una competencia directa en el voto de la derecha que antes no existía. Así que el Partido Popular tiene que animar a los suyos y movilizarlos. En eso encaja Aznar”, describe Lluis Orriols.
En ese contexto, el expresidente español es visto como el pegamento que intente recomponer el puzle de los populares. “En estos momentos, la del PP es una estrategia de resistencia electoral. Sabedor de que no puede obtener una mayoría absoluta, trata de resistir, de lograr un suelo sólido a través del voto identitario y tener así garantías para al menos competir por ganar”, explica Asier Blas. “La recuperación de Aznar va en la línea de afianzar el electorado del PP porque son muchos los que tienen un buen recuerdo de sus años de gobierno. En el PP quieren lanzar la idea de que seguimos siendo lo mismos”, apunta Lluis Orriols.
Aznar, enclaustrado en distintos consejos de administración y elevado a los altares en FAES, el think tank del PP, es un personaje que no deja indiferente a nadie, tampoco entre los simpatizantes del partido conservador. “Evidentemente su figura genera rechazo entre los que nunca le votarían o entre las posiciones más de centro del partido, pero en el PP continúa siendo un valor electoral. Las críticas a Aznar, son, sobre todo, de carácter ideológico”, matiza el profesor. En esa ideología sobresale el conservadurismo y su hostilidad “contra los nacionalismos, contra ETA...”. En esa línea, para que el engaste de Aznar al PP no chirríe demasiado, el Gobierno español presidido por Mariano Rajoy ha vuelto a un discurso que se creía superado. “El PP trata de potenciar el voto identitario. Aznar representa ese voto, su discurso por España y contra ETA, muy conservador, de derecha rancia. En ese viraje hacia esas posiciones se enmarcan las últimas decisiones y actuaciones del Gobierno español en referencia a los presos vascos, etcétera”, argumenta Asier Blas.
La idea de buscar “el efecto Aznar” responde más a las necesidades actuales del PP que a “la convicción”, conceden ambos politólogos, porque si bien para muchos en el partido conservador es un referente existe un sector contrario a su presencia. Sucede que en Génova toca zafarrancho. “Con Aznar tratarán de evitar que se escape el voto identitario a otras formaciones como Ciudadanos, UPyD o Vox y recuperarlo para su causa”, indica Blas sobre el imán aznarista. El impacto real que pueda tener Aznar a medio plazo es difícil de concretar “porque dependerá del protagonismo que se le otorgue”, dice Orriols.
Con todo, la España que gestionó el ex presidente español nada tiene que ver con la del presente. El mapa político es otro desde el terremoto de Podemos. Esto ya no es cosa solo del PP y el PSOE. “Durante la campaña que le llevó a la presidencia, Rajoy suavizó el voto identitario en favor del voto pragmático, que es el que da las victorias o las derrotas. Hablamos de un voto menos ideologizado, más pragmático y posibilista y que suele estar condicionado por la situación económica”, concede Asier Blas. El tablero de juego del presente no se reduce por tanto al ajedrez de blancas y negras en el que compitió Aznar, la realidad, a día de hoy en la política española se asemeja al tablero de un parchís por lo que está por ver cuál es la capacidad tractora de Aznar.
la duda del voto identitario El voto pragmático, opuesto al identitario que nutre a Aznar, tiene cada vez mayor presencia. Ante el oleaje de la crisis los compartimentos estancos se han mostrado insuficientes. Los partidos son cada vez más porosos y las ideologías más permeables a la realidad. Existe una tendencia, una corriente, en la que el voto identitario, históricamente el más importante, está perdiendo peso a favor del voto pragmático. “Es una corriente ya presente en Europa. En las próximas elecciones está por ver si el voto identitario se desploma. El voto pragmático, el que menos peso ideológico soporta, el más posibilista, sube en situaciones como ésta, marcada por la crisis y la corrupción. Está comprobado que ahora se cambia más de papeleta electoral que antes”, valora Asier Blas. En semejante ecosistema tampoco conviene perder de pista la profunda huella que la corrupción ha dejado sobre el PP. “Todo el mundo tiene un umbral de tolerancia, e incluso para quien tiene tendencia a exonerar a lo que haga su partido todo tiene un límite. Por eso el PP tiene que preocuparse por las fugas de los leales y los descontentos con este gobierno”. En medio de la tormenta perfecta, con la intención evitar el naufragio, el PP agita la bandera de Aznar.