El presidente de Francia, François Hollande, entrará en los libros de historia por varios motivos. Y uno de ellos será la brutal caída libre de su popularidad durante su primer mandato, que comenzó el 15 de mayo de 2012 y que este mes de noviembre ha alcanzado un nuevo récord al situarse en solo un 12%. La peor cifra en todo el período contemporáneo francés. Malos resultados económicos y la ausencia de una mayoría fuerte plantean dudas sobre su capacidad no solo para volver a presentarse para las presidenciales de 2017, sino, incluso, de aguantar la legislatura. Según dos recientes sondeos, el 97% de los franceses estima que el presidente “más bien fracasó” en sus políticas para crear empleo, el gran objetivo que Hollande se marcó para llegar al Elíseo, por lo que el 84% no desea que se vuelva a presentar a la presidencia.
El balance a mitad de legislatura del presidente socialista es prácticamente desastroso, pese al reconocimiento de su acción en política exterior. Hollande dio en enero pasado un giro liberal a su política económica, con un plan de recortes de 50.000 millones de euros que no ha arrojado ningún resultado en materia de crecimiento ni de empleo. El presidente argumenta que su política “solo tendrá efectos a medio plazo” y que sus beneficios podrían recaer en el “mandato siguiente”.
Por ello, son cada vez más los parlamentarios socialistas que critican su política, considerándola contraproductiva y contraria a los ideales de la izquierda. Muchos de ellos manifestaron su desacuerdo absteniéndose en votaciones importantes, como el presupuesto de 2015.
Y eso, dentro de su partido, porque, en realidad, el 97% de los franceses piensa que François Hollande ha fracaso en todo lo esencial. Se trata de una crisis de confianza sin precedentes, con flecos inflamables e imprevisibles.
En materia de creación de empleo, fiscalidad o política familiar, el balance nacional es sencillamente desastroso. Analizando los resultados de la política de Hollande, en cada uno de esos terrenos, el presidente suspende siempre. El 97% de los franceses piensa que Hollande ha fracasado globalmente. Y un porcentaje semejante estima que el presidente ha fracasado a la hora de crear empleo. En materia de fiscalidad y política familiar, el 78% y el 88% de los franceses estima que Hollande ha suspendido en esos terrenos sensibles.
Según el mismo sondeo, siete de cada diez franceses dicen confiar más en Manuel Valls, primer ministro, que en el jefe del Estado, a la hora de tomar decisiones de carácter. Según un sondeo hecho público por RTL -primera cadena privada del país- apenas un 3% de los franceses estima que el presidente ha triunfado, a los dos años y medio de su elección, cuando Hollande se encuentra en la mitad de su mandato presidencial, con todos los indicadores políticos, sociales y económicos en rojo.
En un ambiente calificado de “fin de reino” incluso en su propio partido y entre llamamientos a la disolución de la Asamblea Nacional por parte de la extrema derecha, la izquierda radical y parte de la derecha, Hollande asegura que irá hasta el final de su mandato, aunque buena parte de los analistas políticos creen que será prácticamente imposible seguir como inquilino del Palacio del Elíseo con una cota tan desastrosa de credibilidad personal.
PROMESA ANTE LAS CÁMARAS En un intento por mejorar su imagen, el mandatario habló 6 de noviembre por televisión en un programa en el que varios franceses le hicieron preguntas, un ejercicio peligroso que no siempre ha jugado en favor de sus antecesores en el Palacio del Elíseo. Desnudado ante las cámaras, François Hollande reconoció haber “cometido errores”, en particular cuando anticipó una caída del desempleo en 2013 que no se produjo, y confesó por primera vez que si no se reduce el paro de aquí al final de su mandato, no se presentará a la reelección. “He podido cometer errores”, señaló Hollande en el balance de la primera mitad de su mandato. Así, el presidente francés puso como ejemplo su promesa de “invertir la curva del desempleo” para finales de 2013, algo que no se cumplió, y que reconoció que se lo reprochaba porque “era una esperanza para muchos”. “Al cabo de cinco años, sea la que sea la decisión, sea cual sea el veredicto de los franceses, quiero poder mirarme en un espejo y decirme ¿qué he hecho en cinco años?”, comentó un Hollande más humilde que en anteriores comparecencias. El problema es que “no tenemos suficiente crecimiento” y por esa razón, afirmó, va a buscarlo “a nivel europeo”, pero sobre todo incidió en que “en los dos años y medio que me quedan voy a ir hasta el fondo en las reformas”.
En relación a su vida personal, el presidente francés no quiso entrar en las preguntas sobre su antigua pareja, Valerie Trierweiler, ni sobre el romance que desde principios de año se le atribuye con la actriz Julie Gayet. “Hay un momento en que hay que respetar la vida privada, la intimidad”, replicó cuando se le recordó la fotografía, en la que aparecía con casco, que publicó una revista del corazón el pasado mes de enero sobre su relación con Gayet. También se negó a hablar del libro-venganza que publicó Trierweiler tras la ruptura: “no quiero hablar de ese tema... o quiero quedarme en la espuma de las cosas”. Una espuma que no parece suficiente para que los dos años y medio que le queda como inquilino del Palacio del Elíseo no se convierta en un auténtico calvario.