Madrid - El histórico dirigente del PSOE y actual presidente de la Comisión de Presupuestos del Congreso de los Diputados, Alfonso Guerra, dejará en diciembre el escaño de diputado que venía ocupando ininterrumpidamente desde 1977. El veterano diputado socialista Alfonso Guerra anunció ayer que no volverá a presentarse en ninguna lista electoral y que dejará la política después de llevar en el Congreso desde el periodo constituyente.

Alfonso Guerra, también vicepresidente del Gobierno con Felipe González, y actual presidente de la Comisión de Presupuestos de la Cámara, comentó a los periodistas que esta era la última comisión en la que se sentaba y que en “ningún caso” formará parte de ninguna candidatura política en el futuro. En dos ocasiones, bromeó, intentó “no venir” al Congreso pero no le fue posible y terminó cediendo ante las presiones de algunos compañeros, pero esta vez nadie le apartará de su decisión, que -dejó claro- no tiene “nada que ver” con la nueva dirección en el PSOE, liderada por Pedro Sánchez; aunque él apoyó a Eduardo Madina en las primarias. De hecho, señaló que él ya avisó hace un año de su decisión al entonces secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien el día que anunció su decisión de dejar la política le comentó entre bromas que se le había adelantado.

“Alfonso, dales caña” De cualquier dirigente político se puede decir que concita sentimientos de amor y odio, pero pocos, muy pocos, han sumado en la historia de la Transición tantos adjetivos a favor o en contra de adeptos y detractores como Alfonso Guerra.

Guerra ha dado un paso atrás que cierra una etapa histórica del socialismo español. “Estoy de retirada vital, en todos los sentidos”, confesaba en una entrevista con motivo de la presentación, hace algo más de un año, del último tomo de sus memorias, titulado Una página difícil de arrancar. En ese libro, fiel a su trayectoria, su fama y su conciencia, ajustaba cuentas con algunos de los que fueron sus compañeros en el partido y abundaba en los errores de una derecha que durante décadas ha sido el blanco preferido de sus dardos dialécticos.

Alfonso Guerra se va en un ambiente de renovación política generalizada, con fuerzas como Podemos disputando al PSOE la hegemonía de la izquierda y cuando siguen goteando casos de corrupción que rememoran la etapa que vivió hace casi un cuarto de siglo desde la Vicepresidencia del Gobierno. Uno de ellos, el relacionado con las actividades de su hermano Juan en su despacho de la Delegación del Gobierno en Sevilla, fue el detonante de su salida del Ejecutivo de González, una persona a la que une ya una relación bastante alejada de la foto que protagonizaron juntos en una ventana del hotel Palace de Madrid y que fue uno de los símbolos de la victoria socialista de 1982.

Ácido en sus críticas, era (y hasta ahora seguía siendo) el dirigente socialista más demandado por las organizaciones territoriales del partido para unos mítines en los que siempre oía la misma petición: “Alfonso, dales caña”. Y él, no defraudaba. Guerra se marcha, pero queda la impronta del guerrismo que nunca admitió abiertamente que existía en el partido. Alfonso cede el paso convertido en una página socialista difícil de olvidar. - E.P./J.M. Blanco