No fui nada original. Cuando escuché a la secretaria general del PP vasco hablar de los “jetas” que se aprovechan del sistema, se me aparecieron los Fabra, Matas, Bárcenas o el más reciente que se ha incorporado a la extensa lista de “jetas” del PP, el ilustre Rodrigo Rato. Pero no, Llanos estaba en otra cosa que es en lo único que ha decidido estar la derecha española en Euskadi: la Renta de Garantía de Ingresos.
Vamos a situar las cosas en el origen. Cuando Javier Maroto, sin que hasta ahora le haya escuchado retractarse, acusó directamente a argelinos y marroquíes de “vivir de las ayudas que pagamos todos”. Eso fue lo que dijo, y se pongan como se pongan denota un racismo de libro. La frase de marras tiene trampa porque es verdad que eso ocurre, pero también que no constituye ningún fraude (acceden porque tienen más dificultades que el resto en acceder al mercado de trabajo y cumplen los requisitos como cualquier otro) pero se usa esa verdad para agitar a las masas contra esos colectivos. Por racismo? y por votos. Sí, así de claro: esos vitorianos no votan. Sí lo hacen otros inmigrantes que quedaron a salvo de la razia iniciada por el parlamentario del PP.
Fue después de arrojar la pedrada cuando Maroto vistió su alegato racista en una nebulosa que permitiera a su partido seguir apoyándole. Entonces decidió disfrazarlo de una queja general sobre el sistema por el que rigen estas ayudas sociales. Y ahí parecía más cómodo todo el PP: fraude por aquí, fraude por allá. Pero les pidieron números y no fueron capaces de aportarlos. Se los dio el propio Gobierno Vasco al admitir que sí, que existe fraude, que lo cifró pero que también advirtió de que representaba un porcentaje inferior al 3% del monto total.
Es a partir de estos datos cuando el PP se pierde en su propio laberinto y empieza a dar palos de ciego. Otra vez Maroto, dirigido por Oyarzábal, le mete al PP en un lío cuando habla de la fuerza de la calle y se lanza a impulsar una Iniciativa Legislativa Popular. Es casi de chiste, porque a falta de una vía, Maroto en concreto tiene dos para tratar de reformar la ley: la de parlamentario y la de alcalde de Gasteiz. Peor no, a Maroto como quedó claro desde el primer momento lo que le interesa es agitar los bajos instintos del populismo racista. Muy en la línea, por cierto, de esa corriente ascendente de la extrema derecha que recorre Europa. No la teníamos pero ya está: el PP se entrega a esa estrategia y abandona el espacio de centro. Puede que Maroto obtenga réditos a corto plazo, pero ha abierto la caja de Pandora. Y el PP lo va a pagar: nunca se gobierna desde el extremo.
El esperpento todavía empeoró el jueves en el Parlamento. Retiran la propuesta porque saben que no saldrá adelante, vuelven a la calle y a la vez piden que los parlamentarios (eso sí, a partir de marzo) no puedan ejercer la ILP. Primero Maroto y después? ¡ni Dios! De vergüenza.
Y ahora vamos a lo importante. Lo contó muy bien el Ararteko. Los problemas en la gestión de la RGI empezaron con el traspaso a Lanbide de las tareas que eficazmente venían realizando las diputaciones. Antes, mucho antes de que el PP se metiera en el follón, también se realizaban inspecciones y se retiraban ayudas. A veces por errores administrativos y otras directamente por fraude. Pero nadie había discutido el sistema en su totalidad. Como no se discute la política industrial, sanitaria o educativa donde también hay errores propios de una gestión siempre mejorable. A ver cómo sale de esta Arantza Quiroga, que va camino de convertir su partido en un agente político residual en Euskadi a fuerza de bailar el agua contaminada de la extrema derecha.