Gasteiz - Treinta años después de su asesinato, el dirigente socialista Enrique Casas regresó ayer a la institución que debió ocupar como candidato electoral. Una placa situada en el vestíbulo del Parlamento Vasco recuerda a este andaluz de nacimiento y vasco “por elección” que perdió su vida a manos de los Comandos Autonómicos Anticapitalista en Donostia. “Eran los años del plomo. El plomo de las balas”.

Así lo definió ayer la viuda de Casas, Bárbara Durkhop, quien acudió acompañada de sus hijos al reconocimiento institucional para agradecer esta distinción y comparar la situación que atravesaba Euskadi a mediados de los años 80 con el prometedora etapa que vive dos años y medio después del cese de la violencia terrorista. Un nuevo tiempo “de búsqueda de la paz, de la reconciliación y la convivencia”, un objetivo que, según Durkhop, pasa irremediablemente por “reconocer el daño causado” y que las víctimas acepten este reconocimiento “como punto de partida hacia el futuro”. No obstante, la viuda del dirigente socialista dejó claro que en este camino que afronta la sociedad vasca es necesario “tener el retrovisor bien puesto y la memoria y la justicia bien presente”, de forma que no se admita “ninguna equiparación de víctimas y victimarios”.

En esta misma línea argumental, la presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejeria, defendió ante todos los grupos la “memoria, justicia y reparación” que se le debe al dirigente socialista, al igual que al resto de damnificados por la “sinrazón de la violencia”. “Queremos reivindicar a la persona y al representante de la ciudadanía; mataron a la persona por lo que significaba y por lo que pensaba, pero nadie puede acabar con su espíritu y su pensamiento”, añadió.

“voluntad de la ciudadanía” La presidenta del Legislativo autonómico también combinó en su relato una mirada al pasado con el optimismo que despierta para el futuro el presente sin violencia terrorista de Euskadi, una situación “que la ha hecho posible la voluntad de la ciudadanía vasca”.

Durkhop y Tejeria fueron las encargadas de descubrir la placa que recuerda al dirigente del PSE. Su memoria descansa junto a las del también socialista Fernando Buesa y el dirigente popular Gregorio Ordóñez, ambos asesinados por ETA.

Un hueco separa al nuevo inquilino del vestíbulo de las demás víctimas, un espacio que se rellenará el noviembre con el homenaje que el Legislativo tributará, según se aprobó el pasado año, al parlamentario de Herri Batasuna, Santiago Brouard, asesinado por los GAL hace treinta años.