BILBAO - El proceso soberanista catalán se ha topado con una espita de dimensiones inciertas: la determinación de Duran i Lleida de dejar de ser el número dos de CiU, o lo que es igual, la fractura definitiva de la federación. Aunque hasta la proclamación de Felipe VI no comunicará oficialmente su decisión, la abstención de la formación nacionalista en la votación de la ley de abdicación ha colmado la paciencia de su actual portavoz en el Congreso. Su previsible marcha abre teorías y escenarios contrapuestos. De hecho, no han sido pocas las voces de la militancia convergente que se han felicitado en las últimas horas, a través de la redes sociales, de que se consume la ruptura, al entender que Unió únicamente se ha dedicado a poner piedras en el camino del president Artur Mas de cara a la consulta del 9 de noviembre, e incluso piensan que Convergència obtendría mejores resultados en unas hipotéticas elecciones plebiscitarias. La fotografía de los fieles de CDC abucheando a Duran en el hotel Majestic tras conocerse los guarismos europeos en la noche del 25 de mayo así lo corrobora. Por su parte, PP y PSOE lamentan que el político catalán se baje del barco al ser quien defendía el diálogo y la tercera vía como alternativa al referendo, aunque los socialistas catalanes se congratularían de que UDC se aliara a ellos en pos de la reforma constitucional que predica Pere Navarro.

Y es que mientras algunos convergentes sostienen que el déficit en las urnas y en las encuestas obedece a que carecen de credibilidad como partido soberanista en tanto que Duran no lo es, éste tiene el convencimiento contrario: que cuanto más se aproxima CiU a las objetivos independentistas de ERC, más sufragios pierden. Aunque es previsible que no haya guerra dialéctica, el anuncio del líder democristiano podría ser un intento personal de medir cuál es su peso específico, de decirle a CDC de que debe elegir entre Unió o Esquerra. Todo, dentro de un supuesto horizonte electoral donde, bajo la bandera del soberanismo, la alianza entre la formación de Mas y la de Junqueras no sumara mayoría absoluta, y necesitaran los convergentes de los votos de UDC para gobernar. Habría que comprobar también, en el supuesto de que Duran se decantara por presentarse en solitario a unas elecciones, qué grado de capacidad ostentaría para movilizar apoyos y complicidades del mundo económico y social como para erigirse en adversario a tener en cuenta.

Junto a la Secretaría General de CiU -donde posiblemente sería relevado por el conseller de Interior, Ramon Espadaler-, Duran estudia abandonar sus cargos como portavoz de la federación en el Congreso y presidente de la Comisión de Exteriores de la Cámara Baja, movimientos que CDC prefiere digerirlos con cautela y apelando a relevos generacionales. La consellera de Enseñanza, Irene Rigau, restó importancia a que se produzca este hecho y aseguró que, de concretarse, la federación nacionalista tendrá la suficiente "fortaleza" como para "adaptarse a los nuevos tiempos". Otro dirigente de CDC, el conseller de Territorio y Sostenibilidad, Santi Vila, alegó que al igual que cambian papas y reyes, "es lógico que lo hagan los liderazgos" en los grandes partidos.

alud de desencuentros Con todo, el paso adelante [o atrás] de Duran no pilla a nadie por sorpresa a tenor de las cruentas diferencias suscitadas en el seno de la coalición desde hace tiempo. Ya en enero de 2013 el secretario general de Unió tildó de "gravísima" la declaración del consejo de federación de Convergència en Barcelona por cuestionar su liderazgo, retando a sus socios a revisar el acuerdo de la federación. Meses después, en octubre, Duran alertó a Mas de una posible ruptura si en el proceso hacia la consulta se decantaba por posiciones "insostenibles" para Unió como la secesión. Poco después, rechazó presiones de ERC para que abandonara su cargo en la comisión bilateral Gobierno-Generalitat, plasmando el músculo que estaban ganando los republicanos y proclamando la llamada tercería vía en reiteradas declaraciones públicas. El pasado febrero, el eurodiputado y hombre de confianza de Duran, Salvador Sedó, renunció a las listas europeas vetado por el candidato convergente, Ramon Tremosa. Lo acontecido con la ley de abdicación ha desbordado el vaso de Duran. Oriol Pujol y el president Mas eran al parecer partidarios de votar no y fue el líder democristiano quien forzó la abstención, proclive como es a las mejores relaciones con quien será el jefe del Estado y posible mediador entre el Govern y el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Las declaraciones del portavoz de la Generalitat, Francesc Homs, aludiendo a que el rey Juan Carlos abdicaba para "proteger el negocio familiar" pusieron la guinda a una ruptura anunciada.

En este contexto, PSOE y PP temen que sin Duran no haya ya forma de reconducir las relaciones entre el Gabinete de Mas y Madrid. Así lo constató ayer el secretario de organización socialista, Óscar López, describiendo a Duran como "un interlocutor que fomenta el diálogo"; mientras que para el presidente del Congreso, Jesús Posada, su marcha sería "un golpe fatal" y un "tema grave", reclamando al president que "reflexione seriamente" sobre "el mal camino de su apuesta independentista". El portavoz adjunto del Grupo Popular, Rafael Hernando, se pronunció en los mismos términos: "La inestabilidad no es buena para nadie, pero quien la ha provocado no ha sido Duran precisamente, sino Mas".

En estas corrientes de cambio en la vida política y social del Estado solo faltaba la confirmación de un divorcio: el de CiU. A expensas de oficializarse, falta por comprobar si esta resta dentro de la coalición sumará en favor del president Mas, retornando el voto de quienes renegaban de las intenciones de Duran, o si por el contrario éste se independiza de verdad y logra alzarse como tercera vía. Pero en primera persona del singular.