El cuestionario 1. ¿Cómo valora la abdicación del rey: a qué cree que se debe, llega tarde?? 2. ¿Qué consecuencias cree que tendrá a nivel estatal? ¿Reabrirá el debate sobre monarquía o república? 3. ¿Qué opinión le merece su sucesor? ¿Cuáles son sus puntos fuertes y débiles?

Eduardo Virgala:

1) A priori creo que es difícil determinar si será el momento adecuado, pero, en mi opinión, cuanto antes se produjera, mejor. La imagen de la Corona como institución se iba deteriorando mucho y parecía conveniente un revulsivo como la sucesión en el trono.

2) Consecuencia es el cambio en la Corona y en la jefatura del Estado y el acceso de Leonor como princesa de Asturias. No hay más cambios constitucionales. Teniendo en cuenta que el rey reina, pero no gobierna, y que estamos en una monarquía parlamentaria, no debe haber grandes cambios, al margen de la imagen de la Corona, separándose de ciertos elementos perturbadores, como la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. El debate monarquía-república se reabrirá, pero creo que minoritariamente, ya que entiendo que a día de hoy no está entre las preocupaciones de los ciudadanos. Además, creo que, cuando se habla de república, sería conveniente matizar si se desea una de tipo presidencial -con fuertes poderes, estilo Estados Unidos o, en menor medida, Francia- o parlamentaria -con nulos poderes, como en Alemania- con lo que la situación tampoco variaría mucho respecto de la monarquía parlamentaria.

3) Al próximo rey Felipe VI habrá que juzgarle por su actuación en la jefatura del Estado, en la que el elemento fundamental es la contención a su papel constitucional y a la prudencia. Veo muy difícil en estos momentos hacer una valoración prospectiva de cómo ha de ser su reinado.

Luis Gordillo:

1. Tradicionalmente, las jefaturas de Estado que no eran electivas solían cambiar de titular con la muerte de quien ejercía esta función. En las monarquías constitucionales actuales, sin embargo, parece que se está asentando la tendencia a que el rey o reina abdique cuando ha alcanzado una edad razonable. Esta práctica tiene la virtud de favorecer una transición menos abrupta y trágica que la muerte de quien hasta el momento era el rey. Esta transición puede ser beneficiosa para asentar una de las funciones que desempeña la monarquía, como es la de la continuidad y permanencia de la vida del país. Esta función, relacionada con la cualidad de símbolo es, quizá hoy en día, más necesaria que nunca. Al ser un acto personalísimo, solo al rey -que previsiblemente habrá consultado también a otras altas instituciones del Estado- corresponde esta decisión. Más que ver en este acto una consecuencia de los problemas judiciales que viene atravesando el conocido yerno del rey, parece más plausible que el rey haya esperado a que el asunto haya perdido intensidad mediática para proceder a este singular anuncio.

2. La sucesión en la jefatura del Estado incidirá, lógicamente, en el ánimo de todo el país. La monarquía española ha sido tradicionalmente la institución que mejor valoración obtenía en las encuestas del CIS y después de que el procesamiento de Urdangarin haya perdido intensidad mediática, comienza lentamente su recuperación. Normalmente, este tipo de transiciones pacíficas, además teniendo en cuenta la excelente hoja de servicios del todavía monarca, suelen producir un repunte en el nivel de aceptación de la institución.

En España no parece que la reforma de la elección del jefe del Estado -transformar España en una república- sea un clamor social, ni tampoco que esté en la lista de prioridades de los principales partidos. En caso de que se plantee esta reforma, sería necesario recurrir a la vía de la reforma agravada del artículo 168 de la Constitución, que establece un procedimiento con unas mayorías que hoy día solo se podrían conseguir con el beneplácito de los dos principales partidos nacionales. Las dos veces que España ha sido una república hemos terminado en guerra civil. Eso no quiere decir ni mucho menos que no estemos preparados para tener una república ni que la monarquía sea el remedio infalible para nuestros problemas sociales. Sin embargo, el tener una institución que quede fuera del debate político y que se haga merecedora del aprecio general ayuda mucho en la no siempre fácil tarea de la convivencia.

3. El aún príncipe Felipe de Borbón tiene ante sí una difícil tarea. Por una parte, ha sido el heredero que en la reciente historia de España ha tenido quizá mayores oportunidades para prepararse para el cargo. Es verdad que se encuentra con un país estabilizado y reconocido en el concierto internacional, pero también es cierto que siempre será comparado con su inmediato antecesor, quien ha sabido ganarse el respeto internacional, el aprecio de la clase política en general -con muy contadas excepciones- y el cariño del pueblo. Tiene, por tanto, una importante dosis de presión personal. No obstante, su excelente formación, sus amplios contactos internacionales y el profundo conocimiento de la realidad social española, lo colocan en una posición difícilmente mejorable para ejercer la más alta magistratura del Estado. En realidad, don Felipe no heredará la monarquía, sino que la monarquía lo heredará a él, pero a él corresponderá también imprimir su sello personal. Su padre pasará a la Historia como el rey que trajo la democracia. Quizá su gran reto inmediato sea promover la convivencia en el país.

Iñigo Bullain:

1. La abdicación trata de contener el desprestigio de la Corona y facilitar la sucesión familiar. Llega tarde, en el momento de mayor descrédito de la institución y de la familia Borbón.

2. PP y PSOE tratarán de nuevo de impedir a la ciudadanía decidir sobre la forma de la jefatura del Estado. Se trata de una cuestión hurtada a la soberanía popular que más tarde o más temprano volverá a emerger como un reto pendiente para una sociedad democrática.

3. Felipe de Borbón no ha aportado hasta la fecha ninguna idea original ni un compromiso o interés distinto que el de mantener la legitimación de los intereses de la corte madrileña. Parece un personaje en exceso formal y distante. Su futuro político es incierto.