París - El presidente de Francia, François Hollande, se levantó ayer con la resaca de unas elecciones europeas que confirmaron la debacle socialista, recibida con peticiones de cambio de política por parte del resto de partidos pero firmeza en el seno del Ejecutivo. En su primera reacción, el mandatario galo reconoció que la realidad de los resultados de los comicios europeos "es dolorosa" y que, frente a ella, su deber es "reformar Francia y reorientar Europa" para establecer como prioridad "el crecimiento, el empleo y la inversión".

"Europa se ha hecho ilegible, lejana e incluso incomprensible para los Estados. Eso no puede continuar. Europa debe ser simple, clara para ser eficaz", concentrarse en las prioridades y "retirarse donde no se la espera", manifestó Hollande en un mensaje grabado y emitido por televisión en el horario de los telediarios de máxima audiencia. El presidente francés consideró, asimismo, que el triunfo del ultraderechista Frente Nacional (FN), que por primera vez en su historia fue el partido más votado del país con un 24,85% de los votos, es responsabilidad de Europa, de los partidos de gobierno y de la política. El escrutinio completo en Francia otorgó un 20,8% de la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP) y un 13,98% al Partido Socialista. Esos datos han sido calificados de seísmo, Big Bang o devastación del paisaje político tanto por medios de comunicación como por representantes de los principales partidos.

Valls había avisado de que fuera cual fuera el resultado no conllevaría una remodelación gubernamental o un cambio de línea económica, y ayer se reafirmó en ese principio pidiendo paciencia para que la política emprendida surta efecto. "Se ha trazado una hoja de ruta, y yo no quiero cambiarla. Se necesita tiempo, y pido tiempo", indicó en la emisora RTL, donde recordó que el mandato dado a los socialistas es de cinco años.

Menos paciente se mostró la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, que reclamó la disolución de la Asamblea Nacional y elecciones que reflejen la nueva orientación ciudadana mostrada tanto en estos comicios como en las municipales de marzo. "Asistimos a un rechazo global del sistema. Es una especie de revolución patriótica", señaló en declaraciones a Le Monde, donde apuntó que ha nacido una nueva bipolarización, protagonizada por el FN y por la UMP, y, con ella, una "recomposición de la vida política".

Remodelación A Hollande, según los analistas, ya no le quedan cartuchos para revertir la situación, tras la remodelación gubernamental que sustituyó en marzo a Jean-Marc Ayrault por Valls, y el anuncio de un nuevo gesto fiscal para las clases más populares, que prevé exonerar del pago del impuesto sobre la renta a 1,8 millones de personas. El primer ministro constató ayer que la presión fiscal se ha convertido en algo "insoportable" para los ciudadanos y que serán necesarias bajadas de impuestos adicionales, pero no planteó nuevos planes que amainen la decepción de la población. "Este país ya no funciona", señaló el presidente de la conservadora UMP, Jean-François Copé, cuya formación está envuelta en una crisis interna por presunta malversación de fondos y por el fracaso que también les ha supuesto la jornada electoral, hasta el punto de que no se descarta su dimisión para hoy.

Las elecciones de marzo les dieron, según los medios, una "falsa bocanada de aire fresco", lo que unido a la desacreditación de la mayoría gubernamental, y a la cota de impopularidad histórica que mantiene Hollande, deja al país con la insólita coyuntura de ver triunfar al FN. Ese partido, de acuerdo con un análisis del instituto demoscópico Ipsos, registró sus mejores resultados entre las clases populares y los menores de 35 años, y consiguió que uno de cada tres ciudadanos encuestados considerara que hizo la mejor campaña electoral.

Sanción inmediata de estas elecciones, para Ipsos, es que solo el 11% crea que Hollande será un buen candidato del PS para las presidenciales de 2017, posibilidad que él mismo ha supeditado a la inversión de la curva del paro. - Efe