BILBAO - Si la bandera del PNV en los inminentes comicios europeos será Euskadi, nación europea; Jáuregui sostiene que entidades territoriales como la vasca o la catalana no tienen peso para coliderar una reconstrucción del Viejo Continente. Es más, a su juicio, en esa tarea se trata más de ceder soberanía que de adquirirla.

Desmovilización o voto de castigo a las grandes fuerzas. ¿Qué teme más de cara al 25 de mayo?

-Soy optimista. Creo que se llegará al 50% de participación y que mucha gente pensará que estamos ante una elección importante que necesita de las grandes familias políticas. Tengo la impresión de que la proliferación de partidos antisistema o de extrema derecha se quedará en un suflé.

¿Se la juega la actual dirección del PSOE liderada por Rubalcaba?

-No es eso lo trascendente. Nos jugamos que en España los electores no ratifiquen las políticas de Rajoy. La derecha española no merece un premio sino un castigo, de ahí que el objetivo sea evitar que el PP interprete una hipotética victoria en forma de aval.

Habla de un posible triunfo del llamado 'austericidio'.

-Ese es el tema. Pedimos a los electores que voten a favor de un cambio radical. Quiero ser honrado y decirles que no será fácil mover Europa porque hablamos de un trasatlántico. Pero un voto favorable al cambio ayudaría mucho a que eso sea posible.

¿Con qué resultado se darían los socialistas por satisfechos?

-215 diputados para la familia socialista supondría el mínimo para optar al triunfo. Y ahí andamos, empatados con los conservadores. Y en España, PSOE y PP estaremos sobre el 35% en porcentaje de sufragio.

Medidas como las del primer ministro francés, el socialista Manuel Valls, no les ayudan mucho.

-Lo reconozco. Se hace más difícil. Pero tengo dos matices que las explican. Primero, que una victoria de la socialdemocracia europea podría relajar las exigencias de reducción de gasto público en Francia. Y segundo, que la reducción de Valls se realiza en un país que tiene un marco de protección social inmensamente mayor que el nuestro. Sus recortes, además, se plantean en favor de una apuesta doble: la educación y el empleo. Aquí, el PP practica los recortes simplemente para recortar. Pero sí, lo establecido por Valls, obligado por la UE, que le exige un plan de contracción fiscal, no nos ha ayudado.

Rajoy, que dilató la elección de Cañete, parece que esconderá a ciertos ministros durante la campaña.

-Ellos quieren adormecer el debate europeo con la pretensión de movilizar a los suyos sin tensionar demasiado la campaña. No buscan debatir porque temen la dimensión nacional de los asuntos a tratar. No desean someterse al examen que los españoles harán de sus políticas.

¿El PSE tiene intención de aludir al voto útil en perjuicio del PNV?

-Es que está en juego cuál será la familia con la que operarás en Europa. Y, desde luego, la liberal no será la mayoritaria para elegir al presidente de la UE. La disyuntiva está entre Martin Schulz o Jean-Claude Juncker, y ese perfil de la utilidad del voto nos reporta ventaja competitiva. Además, en el grupo liberal, junto a Izaskun Bilbao (PNV) y Ramón Tremosa (CiU), pueden estar los de UPyD o Ciutadans, algo que es una contradicción en sus propios términos. El grupo liberal no aporta nada para la defensa del País Vasco más allá de lo que testimonialmente haga Izaskun Bilbao. Por eso les digo a los electores vascos que van a elegir si los socialdemócratas pueden ganar e imponer así a un presidente alemán, pero a otro alemán.

A priori, el Parlamento Europeo va ganando cierto peso.

-Así es desde diciembre de 2009, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. Pero le falta una cosa fundamental, la iniciativa legislativa. Podemos suscitar un debate en la Comisión pero no elaborar un proyecto de ley. Por eso veo una enorme diferencia entre tener o no a Schulz al mando en los próximos años para darle a la Comisión ese peso hacia la unión federal europea.

Los comicios en el Estado tendrán una lectura territorial ingente, y no digamos nada en Catalunya.

-Lo de la lectura en Cataluña me parece un falseamiento. Aquí no se dilucida si será independiente o no por mucho que los nacionalistas pretendan imponer un debate soberanista. Quiero ser muy claro. Europa no se construye desde múltiples estados, sino cediendo soberanías. Me siento europeo, y de la misma manera que España cede soberanía a Europa, yo también renuncio a que Euskadi o Cataluña sean estados en Europa, es algo que me parece antieuropeo. No es posible construir este continente con 50 estados desmembrados de los 28 actuales, y me consta que hay un gran temor a la tentación nacionalista periférica y también de los estados.

¿Qué solución atisba en el callejón sin salida del proceso catalán?

-El PSOE tiene una idea razonable de lo que se puede hacer ante la gravedad en que se halla el modelo territorial español. Este problema reclama una reforma constitucional importante, no una nueva Carta Magna, sino una reforma puntual, acotada y acordada de nuestra oxidada Constitución. Abrimos un espacio distinto a la agenda que el nacionalismo catalán plantea hacia la consulta, y una alternativa al "no" de Rajoy. La Constitución reclama una actualización en diversos campos: culturales, tecnológicos, geopolíticos y territoriales. Y ofrecemos una reforma federal y un nuevo pacto con nacionalidades como Cataluña que permita reacomodar su forma de ser y estar en España.

¿De verdad cree que puede colmar las aspiraciones catalanas? ¿Qué usufructo obtendría Catalunya?

-El pacto incluye actualizar los aspectos simbólicos, semánticos, competenciales, culturales, lingüísticos o financieros, entre otros, que satisfaga a catalanes y al conjunto de los españoles. No puedo concretar más esta vía porque está por hacer, pero ofrece oportunidades muy importantes en comparación con la enorme incertidumbre y riesgos que proporcionaría la alternativa independentista. Soy contrario a la consulta porque esta no determina las condiciones en las que ese deseo de un Estado independiente se fuera a materializar, ya que después haría falta otra consulta para eso. Habría que negociar qué se hace con España, Europa, el sistema de seguridad social, el marco comercial... y una vez conocidas las condiciones, votar otra vez. Y yo hablo de primero negociar, pactar y después votar.

Ya se hizo eso con el frustrado Estatut y estas son las consecuencias.

-Pero es que el Estatut trató de reformar la Constitución por una vía imposible. La enorme diferencia es que el PSOE plantea ahora esa reforma constitucional para lograr aquello a lo que se aspiró: una reforma que dé lugar a un Estatuto catalán que, si quiere, le pueden llamar Constitución catalana, que forme parte de España, y votada por los catalanes. Incluimos un cambio de metodología: primero, negociar; luego, pacto; y, finalmente, decisión. Esto es política en mayúsculas. Por desgracia, el Gobierno español tiene miedo al proceso y una ceguera al creer que se resolverá con la recuperación económica y pasando el tiempo, pero la mejora será tenue y ese dejar caer el calendario solo va en contra del entendimiento. Si pasado ese tiempo nos ponemos a hacer puentes, igual no hay gente para pasarlos.

Hasta el president Mas insinúa que habrá elecciones plebiscitarias, si bien la diatriba seguirá presente.

-El escenario poco variaría. Tal como van las cosas, el discurso victimista se retroalimentará y la dialéctica a favor de nuestra vía se quedará en el vacío... Pero estoy seguro de que el proceso independentista se estrellará, nos hará daño a todos, y la política catalana volverá a la negociación y el pacto.

¿Qué entiende usted por el derecho a decidir de los catalanes?

-Mire, el derecho a decidir existe en muchas cosas. Los vascos tenemos derecho a decidir nuestro sistema fiscal, lingüístico, educativo... Pero no podemos decidir lo que corresponde a todos. Como término abstracto, tal y como se ha acuñado, el derecho a decidir es imbatible. Pero toca hacer pedagogía porque desde la pretensión nacionalista significa derecho a la autodeterminación para la independencia, y se comprueba en las preguntas de la consulta catalana. O es para la independencia, o el derecho a decidir no es nada. Como demócrata me opongo a que así se decida el ser o no ser de un pueblo, al final de un día, en un referendo, con determinada coyuntura, porque es inestable, obliga a elegir entre extremos identitarios y no se conocen las consecuencias de la decisión. Los deseos reiterados se articulan en soluciones políticas sometidas a ratificación, y se expresan todos los días. El derecho a decidir es una malísima fórmula de resolver los problemas de sociedades complejas porque las fractura y las somete a una grave inestabilidad.

¿A qué le suena el nuevo estatus jurídico y político para Euskadi que persigue el Gobierno de Urkullu?

-Aprecio una tensión y rivalidad interna en el nacionalismo vasco, siempre presente. Me gustaría un PNV más clarificado, previsible, seguro, moderno, capaz de decir a los vascos las verdades del barquero. Hay mucho de eufemismo, entelequia, tacticismo y fraseología. Los vascos estamos bien con un estatus razonable de autogobierno, y tenemos problemas como todos. La Europa del futuro no puede construirse sobre naciones pequeñas. Euskadi carece de un sistema político, poblacional, económico y de densidad para aspirar a una posible independencia.