sostiene Bill Nye que algo no va bien en una sociedad que acude al gimnasio en coche para, una vez allí, montar en una bici estática. En Euskadi algo se hace mal cuando, con la situación económica que padecen miles de familias, hay políticos que se pasan horas y horas disertando sobre ETA sin que se registre novedad alguna. Y las próximas semanas serán un fiel reflejo de ello. Por de pronto, el Gobierno del PP intensificará su presencia, empezando por este jueves con la vicepresidenta en Bilbao. Desde las filas populares se marcan febrero y marzo como meses para recuperar la calle. La ausencia de protagonismo del PP vasco en el final de ETA y las discrepancias públicas con la familia de Gregorio Ordoñez han hecho reaccionar a los máximos responsables y establecer un calendario que sirva para alcanzar dos objetivos: reconciliarse con las víctimas y taponar una posible sangría de votos en las elecciones europeas.

Partiendo de esa premisa, Euskadi asistirá en las próximas semanas a tres visitas del presidente del Gobierno. Están estratégicamente programadas. La primera, si no hay cambios, será en febrero. En un contexto enrarecido por un inminente comunicado de ETA en el que anuncie su disolución o desarme, por la excarcelación de presos de la banda o por la manifestación de Bilbao convocada entre otros por PNV y Sortu; el PP vasco quiere que Rajoy se comprometa en público con las víctimas. Ya lo ha hecho más de una vez pero que lo repita en Euskadi tendrá una repercusión especial. Lejos de la actitud tomada por el PP en plena tregua de 1999, Rajoy no se moverá. Los mensajes que escucharán sus militantes y las víctimas serán claros: no habrá cambios hasta que ETA se disuelva y entregue las armas, no concederá beneficios penitenciarios hasta que los encarcelados no muestren arrepentimiento y además, en un claro guiño a Aznar, impedirá que expresos condenados por delitos de terrorismo puedan presentarse a unas elecciones.

No queda margen para equilibrismos. Quiroga ha asumido que no es momento de profundizar en la apuesta por el aperturismo. De cara a las europeas, hay que garantizar el electorado más fiel en un río revuelto en el que pescan también UPyD y VOX. Además, el PP tiene interiorizado que, en las próximas municipales y forales, ni puede perder Gasteiz ni la Diputación de Araba ni más votos. Solo en las autonómicas de 2012 se dejó en Bizkaia 10.571 votos. En Euskadi, 15.564 y 3 escaños. El único que consiguió UPyD y que le arrebató en Araba, hubiera servido al PP para facilitar o torpedear la gestión del PNV. Para hacerse imprescindible. Tiene la lección aprendida. El texto de Gallardón sobre el aborto quema en las manos del Gobierno y no puede haber más incendios. Tampoco por ETA. Y en sus alocuciones en Euskadi, Rajoy no se dirigirá a la sociedad ni al PNV ni a Sortu. El presidente hablará para quienes le critican dentro de sus filas, para sus votantes y para las víctimas descontentas. Como lo hizo la semana pasada Quiroga en el Kursaal al decir aquello de que "en nuestro ADN está el compromiso en la lucha contra ETA. Nadie nos va a dar lecciones".

Rajoy y Quiroga reivindicarán su espacio en puertas de un congreso que aúpe a ésta oficialmente a primeros de marzo a la presidencia de su partido. Quieren que sirva para movilizar a unas bases adormecidas. ¿Habrá unidad interna? Sería sano que surgiera un candidato alternativo. Y en medio de ese camino, Rajoy volverá a Euskadi para clausurar el Foro Económico del 3 y 4 de marzo. El presidente aprovechará la cita para vender la fotografía de la recuperación económica pero también la del diálogo con el nacionalismo vasco frente al relato catastrofista proclamado por su partido con CiU en Catalunya. La consigna es obvia: normalizar relaciones con los jeltzales generará la presentación de Mas como problema, la captación de algún voto desencantado del PNV y el trabajo en pro de pactos postelectorales en las generales de 2015. ¡Que el bipartidismo también se acaba!