bilbao. Diez meses después de su última aparición en público, no hay noticias de la Comisión Internacional de Verificación (CIV). El grupo que dirige Ram Manikkalingam avanzó entonces que el pasado mes de septiembre echaría la persiana y abandonaría su cometido de supervisión del alto el fuego decretado por ETA si la organización armada no daba nuevos pasos hacia el desarme.

Tal circunstancia no se produjo a la vuelta de verano pero, sin embargo, el grupo de verificadores decidió mantenerse en su tarea al entender que podían seguir siendo útiles de cara al proceso, y dejó entrever una próxima visita pública a Euskadi para reunirse con agentes políticos y sociales. Los contactos son discretos pero en las agendas respectivas no se prevén reuniones con los verificadores.

La situación se ha empantanado en los últimos meses con un aumento de tensión y cruce de reproches entre el Gobierno español y la izquierda abertzale. La sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en octubre desmontando la doctrina Parot lejos de despresurizar el ambiente lo ha tensionado aún más. El Gobierno de Rajoy sigue enrocado en una política penitenciaria inflexible hacia los presos de ETA, pese a que no ha tenido otro remedio que excarcelar a los alrededor de sesenta reclusos de la banda afectados por el fallo de Estrasburgo, refrendado luego por la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo.

Además, la presión de las víctimas y de su flanco interno más extremista le ha llevado a verse obligado a sobreactuar en público con la presentación de iniciativas legislativas para restringir los derechos sociales de los presos una vez que cumplen su condena.

Desde el mundo de ETA y de la izquierda abertzale tampoco se han producido grandes avances, a pesar de la consigna de que han de seguir dando pasos unilaterales con independencia de lo que haga o no haga el Ejecutivo español. La organización armada aún no ha dado respuesta a los emplazamientos realizados por el Foro Social para el impulso del proceso de paz organizado por Lokarri y Bake Bidea a comienzos de año. La banda saludaba las conclusiones de este foro que pedía a los presos que reconocieran el daño causado y a ETA que avanzara en la entrega de armas. Estaría dispuesta a hablar del desarme, pero liga su final a la participación del Gobierno español, que no está dispuesto a sentarse con la banda en tanto que esta no se disuelva.

Pese a los rumores que circulan sobre un inminente gesto de desarme por parte de la banda, fuentes del Gobierno vasco y de las fuerzas de seguridad, así como los principales partidos vascos, incluida la izquierda abertzale, descartan un inminente gesto de desarme por parte de ETA. La situación política general, y también la particular dentro de ese mundo, no parece lo suficiente madura como para que la banda inicie la entrega de los arsenales.

rebrote de la kale borroka El rebrote en los últimos dos meses de los actos de kale borroka añade un punto más de tirantez e incertidumbre a las relaciones entre los partidos, gobiernos y otros agentes implicados en el proceso y agita la duda de si la izquierda abertzale puede controlar a los autores de estas algaradas callejeras en la forma de amenazas a partidos políticos o de ataques al mobiliario urbano o, como el último incidente del sábado contra el tranvía en Bilbao.

Todo este cúmulo de factores deja poco margen de maniobra a la Comisión Internacional de Verificación, cuya nueva labor no consistiría en supervisar la entrega de las armas ni hacer la contabilidad de los arsenales, sino más bien preparar a ETA y a sus interlocutores oficiales para el día de la entrega.

El silencio del grupo dirigido por Manikkalingam, y formado por otros cinco expertos en resolución de conflictos, es el más largo de esta Comisión Internacional de Verificación desde su creación en septiembre de 2011. El CIV ha visitado dos veces por año Euskadi para contactar en privado con diferentes interlocutores institucionales y no oficiales y, posteriormente, han trasladado sus conclusiones a la sociedad a través de los medios de comunicación. Sus apariciones en suelo vasco siempre han coincidido con momentos de avance y maduración en el proceso.