pamplona. Iñigo Urkullu y Yolanda Barcina han roto el hielo que ha separado históricamente a los gobiernos de la CAV liderados por el PNV de los ejecutivos navarros presididos por UPN. Tras dinamitar sus relaciones con el Ejecutivo de Juan José Ibarretxe y no entrevistarse una sola vez con el jeltzale en sus nueve años de mandato, una presidenta foral de UPN recibió ayer a un lehendakari del PNV en su despacho. La cita apenas duró media hora, el Gobierno navarro trató de rebajar su perfil veinticuatro horas antes asegurando que se trataba de una mera entrevista protocolaria, y se produjo aprovechando el viaje de Urkullu para acudir al primer plenario de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos y no como una visita prevista expresamente para abonar su interlocución, pero fuentes de Lehendakaritza consultadas por este diario recalcan que las relaciones eran inexistentes hasta ahora, y que se abre una oportunidad para empezar de cero y activar un cauce de debate sobre los posibles ámbitos de colaboración entre ambos territorios.

Ambas partes mostraron su "disposición" a entablar una relación institucional normalizada, y Urkullu invitó a Barcina a Ajuria Enea para profundizar en debates que "ya son motivo de relación entre sus gobiernos" como el Concierto Económico y el Convenio navarro -pedir a Madrid la concertación de impuestos energéticos-, la atención sanitaria, las infraestructuras, la educación, el euskera, EITB, el sector primario y la política industrial. La propia Barcina apostó por "trabajar conjuntamente", y desveló que los departamentos de los dos gobiernos ya están colaborando. Urkullu lanzó un mensaje conciliador al recalcar que tiene claro el "ámbito institucional" que representa cada uno.

A pesar de sus vínculos históricos, sociales y económicos, las relaciones entre la CAV y Nafarroa no han sido tan frecuentes ni han estado tan normalizadas como cabría esperar. Tras un primer destello de colaboración entre el lehendakari José Antonio Ardanza y el socialista Javier Otano, con el proyecto fallido de crear un órgano común permanente que mantuviera en contacto a ambas administraciones en 1996, el Gobierno navarro no ha dejado de mirar con desconfianza a sus vecinos y ha rechazado cualquier identificación con la cultura vasca. Los recelos provienen en mayor medida de los regionalistas de UPN, que han interpretado cualquier propuesta de colaboración como una OPA hostil del PNV sobre Nafarroa para construir Euskal Herria sin contar con la voluntad de los navarros. Los partidos abertzales, sin embargo, acusan abiertamente a UPN de anteponer sus eventuales fobias y su "antivasquismo" al bienestar de los ciudadanos, que podrían verse beneficiados por esa colaboración institucional.

La incomunicación alcanzó su punto álgido durante el mandato del regionalista Miguel Sanz, quien voló hasta el último de los puentes con el pretexto de la ruptura de la tregua de Lizarra y al entender que Ibarretxe pecaba de tibieza ante ETA: decidió desvincularse de la eurorregión que agrupaba a Aquitania, el Gobierno Vasco y Nafarroa. Pasaron trece años sin que un lehendakari se reuniera con un presidente navarro. Hubo que esperar a la investidura de Patxi López, a quien UPN veía como ejemplo por haber desalojado al nacionalismo vasco de Ajuria Enea pactando con el PP, para que Sanz recompusiera las relaciones. Sin embargo, su acuerdo sobre el euskera, las infraestructuras y la captación de EITB en Nafarroa -se enzarzaron por quién pondría el dinero- quedó en papel mojado. Además, la relación de UPN y el socialismo no atraviesa por su mejor momento tras la ruptura del Gobierno de Barcina.

"No hay duda del ámbito institucional que representa cada uno; abogo por el respeto"

Iñigo Urkullu

Lehendakari

"Profundizaremos en las relaciones que ya existen en lo que sea bueno para los ciudadanos"

Yolanda Barcina

Presidenta de Nafarroa