Vitoria

Si no fuera porque está a punto de finalizar, A relaxing cup of café con leche estaría llamada a convertirse en la canción del verano. La chanza, una de tantas a las que dio pie la alcaldesa de Madrid con su polémico discurso en inglés, pierde gracia cuando uno constata que Ana Botella es tan solo una más entre los muchos dirigentes políticos del Estado que no dominan el idioma. Obviando el acento tejano que su marido imprimió a su intervención en español tras una de sus citas con Bush, los sucesores de Aznar han venido a cojear del mismo pie. Basta una pequeña inmersión en internet para recordar que Zapatero se quedó aislado en el receso de una cumbre de la OTAN, incapaz de cruzar unas palabras con el resto de líderes, o que Rajoy optó por el spanglish en una charla con el primer ministro británico. Digerida la taza y media de una realidad nada relajante, tres analistas reflexionan sobre las carencias formativas de los representantes políticos y sus posibles repercusiones.

Jon Urresti

"Poder relacionarse en los 'breaks' abre muchas puertas"

Un saludo en japonés y en turco, como deferencia a las otras ciudades, y una intervención en inglés de 15 segundos para dar paso a otra persona. Esto es lo que, a juicio de Jon Urresti, director de investigaciones de Gizaker, tenía que haber hecho Ana Botella ante los miembros del Comité Olímpico Internacional, en vez de "haber ido de diva y lanzarse al estrellato". El batacazo de la candidatura madrileña, no obstante, poco tuvo que ver con su discurso. "Que hubiera tenido un inglés fluido posiblemente no habría ayudado, pero al menos no habría dado argumentos para que se la echaran encima". Además, subraya Urresti, la imagen de España, "un país intervenido económicamente, con una tasa de paro inmensa y una corrupción terrible", ya está de por sí "muy tocada" y los 54 millones de personas que la visitaron el año pasado conocen de sobra su deficiente nivel de inglés.

Partiendo de la base de que ha habido "grandes presidentes que solo sabían su idioma y enormes patanes que sabían muchos", Urresti no considera "definitivo" el don de lenguas para aspirar a gobernar un país. Ahora, una vez se accede al cargo, hay que hincar los codos "desde el minuto uno", al estilo, recuerda, "de lo que hizo el lehendakari Ibarretxe con el euskera". La razón, abonar las relaciones bilaterales. "La química entre los dirigentes es muy importante. Por eso conviene conocer por lo menos el inglés de café para poder establecer relaciones en los breaks de las reuniones. Eso abre muchísimo las puertas y si no lo trabajan, no se abrirán jamás".

Convencido de que lo "esencial" en un buen gobernante es que "tenga los pies en el suelo, sepa trabajar en equipo y sea humilde para escuchar a sus consejeros o ministros", este experto reconoce que "el más formado rara vez llega muy arriba en un partido político porque generalmente las empresas desean a esas personas con mucha fuerza".

Oscar Rodríguez Vaz

"Hay auténticos ineptos con más de dos carreras"

A uno, reconoce el politólogo Oscar Rodríguez Vaz, le da "tranquilidad" que sus dirigentes se manejen en más de una lengua o dispongan de estudios, pero su experiencia le dice que, pese a ser lo deseable, no es un requisito imprescindible para saber gobernar. "He conocido a políticos buenísimos sin formación y a auténticos ineptos con más de dos carreras", asevera. Como botón de muestra, extrae del costurero internacional el ejemplo de Lula da Silva, "que era un trabajador sin ningún tipo de formación y fue un presidente magnífico", y el del actual presidente de Uruguay, José Mújica, "un hombre llano con un importante prestigio internacional".

Más allá de las chanzas que pueda provocar el desconocimiento idiomático de algunos representantes políticos, Rodríguez Vaz sostiene que lo que "los ciudadanos le piden a un dirigente es que cumpla la palabra y que asuma responsabilidades cuando meta la pata". Dos cualidades que no parecen prodigarse en el Estado español. "Una autoridad importante en Alemania dimite por el hecho de que le pillen plagiando una tesis. En este país tienen que pasar unas cuantas cosas antes de que un dirigente político deje el cargo", contrapone.

Basta con curiosear en currículos propios y ajenos, invita este experto, para darse cuenta de que el bajo nivel de inglés es un mal endémico. "Se lleva demasiado el pim, pam, pum, con cualquier excusa les zurramos a los políticos, pero si miramos cuánta gente domina idiomas en nuestra familia o en nuestra profesión, llegaremos a la conclusión de que es un problema, por desgracia, bastante generalizado", lamenta.

Aunque más de un líder político se ha visto sumido en un aprieto en el extranjero por no dominar el inglés, Rodríguez Vaz dice que no hay que preocuparse en exceso por su repercusión en el exterior. "Cuando uno ve esas imágenes le produce un poco de bochorno, lo mismo que cuando ve la imagen de un presidente con los pies encima de una mesa fumándose un puro antes de invadir un país, pero no creo que eso llegue más allá de nuestros medios de comunicación. Me parece un asunto más de consumo interno que no creo que llegue a perjudicar la marca España".

Asier Blas

"En política a las primeras filas no llegan los mejores"

Aparcado el caso de Ana Botella, cuyo "mayor problema no fue tanto el inglés, sino la gesticulación y el contenido de la intervención", el politólogo Asier Blas posa la vista sobre los últimos presidentes del Gobierno español y concluye que, más que su desconocimiento del inglés, puede pesar su falta de carisma. De hecho, subraya, "hay muchos políticos muy importantes a nivel internacional que no se expresan en inglés, como Putin". Pero no es el caso. Rajoy y su antecesor, Zapatero, tienen, a juicio de este analista, un perfil muy débil. "Parecen las típicas personas que han llegado a esos puestos por paciencia y obediencia. Si los comparamos con Obama, Cameron o Merkel, son gente gris. Cuando no tienes carisma, si además vas a una cumbre internacional y no puedes mantener una conversación en inglés, queda ridículo, pero si tienes carisma, no importa", explica.

Aunque resulta difícil de entender que un ciudadano cualquiera pueda estar mejor formado que quien va a dirigir un Estado, Blas apunta la clave. "En la política a las primeras filas no llegan los mejores. El ascenso no es una cuestión de meritocracia, como en el mundo laboral, sino de ser el más pelota o saberse arrimar al árbol que mejor cobija dentro del partido. Así vemos que tenemos presidentes y ministros con estudios muy limitados o que les ha costado sacar la carrera nueve o diez años, porque no se dedican a eso, se dedican al politiqueo".

Puestos a establecer comparaciones, el politólogo lanza un mensaje esperanzador para la sociedad vasca. "En Euskadi y Catalunya el nivel de los políticos es más elevado que en el resto del Estado. Históricamente han sido mucho más comedidos. Hemos tenido lehendakaris carismáticos, como Garaikoetxea o Ibarretxe, y consejeros y portavoces de Gobierno muy capacitados. El actual, Erkoreka, tiene muchísimas tablas. Además, son políticos con menos tendencia a meter la pata y decir sandeces, con una seriedad".