SI España hubiese tratado la cuestión catalana como el Reino Unido ha tratado la escocesa, las celebraciones de la Diada habrían sido un asunto de orden menor. Y sospecho que los acontecimientos habrían evolucionado de forma similar a como lo han hecho en Gran Bretaña. Los especialistas en derecho político dicen que lo que en el Reino Unido es legalmente posible no lo es en el de España. Y así será, pero lo cierto es que las cosas han evolucionado de forma muy diferente.
En parte por eso, el amplio movimiento social a favor de la autodeterminación de Cataluña ha alcanzado un punto de difícil retorno. Es cierto que una cosa son las movilizaciones sociales y otra los resultados electorales y, por eso, habrá quien piense que hay que esperar a que las urnas avalen lo que la calle proclama. Pero aunque unas elecciones puedan arrojar resultados más equilibrados, parece que ese movimiento tiene una amplia y creciente base social, quizás ya mayoritaria. No me interesa valorar las causas del fenómeno -sobradamente analizado, por otra parte-, sino las posibles salidas a lo que parece una madeja muy difícil de desenredar.
La base social independentista no se conformará con un compromiso a la baja, en términos de financiación, por ejemplo. Y CiU, con Artur Mas al frente, se ha quedado, aparentemente al menos, casi sin margen de maniobra. Por eso, no aceptarán nada que no pase por una consulta a la ciudadanía de Cataluña. Por otra parte, los poderes centrales del Estado -y muy en especial el Gobierno español y el Tribunal Constitucional- no van a transigir con ninguna salida que suponga, al menos formalmente, el reconocimiento del pueblo catalán como sujeto político. Por eso, si hay alguna posibilidad de llegar a una salida pactada, esa deberá consistir en una fórmula de consulta que, sirviendo a los propósitos del movimiento independentista, pueda ser asumida por las instituciones centrales del Estado por no suponer el reconocimiento explícito de un sujeto político distinto del pueblo español. Reconozco, no obstante, que todo esto se me antoja enormemente complicado, más cuanto más lo pienso.
¿Es trasladable la experiencia catalana a Vasconia? Hay varios elementos a tener en cuenta al respecto. Por un lado, y a los efectos de lo que interesa a los partidos nacionalistas vascos, Navarra sigue siendo refractaria a proyectos comunes con la Comunidad Autónoma Vasca. Por el otro, y aunque no me parezca difícil, está por ver si en las próximas elecciones se repite la mayoría nacionalista -dos tercios de los parlamentarios- que emergió de las anteriores autonómicas. Y por último, un posible acuerdo entre el PNV y la izquierda patriótica para avanzar por una vía de incierto destino no parece tan viable como su equivalente en Cataluña. ETA no ha desaparecido aún y por las actitudes que hemos podido ver este verano, "quien tuvo retuvo". Hay demasiada desconfianza y hostilidad mutua como para que pueda iniciarse pronto una aventura conjunta entre las dos ramas del nacionalismo vasco que, además, se disputan la primacía. Por eso, de entrada, no parece trasladable a Euskadi el esquema catalán.
No obstante lo anterior, hay un factor que puede acabar decantando también la situación vasca hacia la reivindicación conjunta y mayoritaria de la plena soberanía: la "marca España". Las secuelas sociales de la crisis, la corrupción rampante, y episodios como la disputa gibraltareña o la fallida candidatura olímpica, pueden acabar teniendo efectos disolventes. Y es que España, hoy, hace agua como marco político de convivencia.