Vitoria. Tres horas y cuarto de reunión pueden dar para mucho, aunque todo hacía pensar que el diálogo de sordos en que se ha convertido la política vasca iba a abocar a los reunidos el martes en Lehendakaritza a terminar con un caritativo no comment, y aquí paz y después gloria. No fue así. El lehendakari Iñigo Urkullu y los partidos salvaron la cara por la mínima, y lograron poner las bases para acometer en junio la reforma fiscal.

La reunión se inició con nubarrones y no solo en lo meteorológico. Las horas previas habían estado presididas por apelaciones a Urkullu para que presentara propuestas concretas, así como por advertencias de las formaciones de la oposición de que no aceptarían un "paripé". Unos y otros llegaron a la cita con la misma incertidumbre con la que se convocó la mesa interinstitucional. Y unos más que otros acudieron pensando que saldrían de la cumbre sin adoptar compromisos y con nuevos argumentos para intentar minar al lehendakari.

El anfitrión comenzó el encuentro destacando la gravedad de la situación y repartiendo a los participantes un documento en el que detalló, de forma prolija, la necesidad de llegar a acuerdos, extremadamente complejos y que afectan a varias instituciones. Fuentes conocedoras del contenido de la reunión aseguran que los partidos de la oposición compartieron la gravedad del diagnóstico pero reprocharon al jefe del Ejecutivo que no realizara ninguna propuesta concreta, aunque ellos tampoco hicieron aportaciones. El clima de reproches cambió cuando llegó el turno de los representantes del PNV, la única formación que realizó aportaciones concretas, presentando dos documentos al resto de formaciones, uno sobre la reforma tributaria y el segundo sobre el fraude fiscal.

En este punto, el encuentro cambió de tono y los documentos entregados por Andoni Ortuzar centraron la discusión, lo que algunos partidos de la oposición interpretaron como un síntoma de la "desvertebración" de la cumbre, en la que se primó la iniciativa del PNV sobre la del lehendakari. Entonces empezó el diálogo propiamente dicho. Según ha podido saber DNA, el presidente del EBB forzó al resto de portavoces a mojarse y aclarar si tenían intención o no de entrar en la negociación. Todos se mostraron dispuestos a hablar y compartieron la agenda planteada.

Sin embargo, los portavoces no acogieron la propuesta con el mismo talante. El representante del PSE añadió a su perfil de político en la oposición una actitud más institucional derivada de su condición de anterior lehendakari. "Centrado", lo llegó a calificar un participante. Patxi López combinó reproches, como que la propuesta sobre fiscalidad era igual que la que los socialistas llevan tiempo defendiendo, con la buena recepción de las iniciativas del PNV, que al parecer no esperaba que llegaran a materializarse en la cita de Lehendakaritza. Se apreció que los numerosos encuentros de los últimos meses entre PNV y PSE, la cocina entre ambos partidos, han allanado algunos obstáculos. Tal y como repitió en la comparencia posterior, dentro también mostró su disposición al entendimiento.

No todos adoptaron esta actitud, según las fuentes conocedoras de la reunión consultadas. Es el caso del portavoz de UPyD Gorka Maneiro, que si bien en su transcurso destacó por una actitud positiva y colaboradora, fue uno de los más críticos durante la rueda de prensa posterior. Para claridad, la de la representación de EH Bildu, que optó por quedar fuera del debate, sin apenas intervenciones. Laura Mintegi insistió hasta la extenuación en el fracaso del actual modelo económico y no dio pie a más avances.

Estilo del PP Pero quien destacó por su dureza, sorprendiendo a algunos de los interlocutores, fue la nueva líder del PP de la CAV, Aran-tza Quiroga. La expresidenta del Parlamento Vasco se estrenó en una cumbre al más alto nivel mostrando una actitud muy crítica, luego reproducida en la comparencia posterior, en la que pidió que el debate se llevara al Parlamento. Esta actitud fue secundada por el segundo de los interlocutores populares, Iñaki Oyarzábal. Adoptaron un papel que en teoría correspondería al portavoz principal de la oposición.

Sus reproches, que estuvieron a punto de reventar la reunión y enrarecieron el encuentro, dejaron la duda en el ambiente acerca de si se trata de la avanzadilla del nuevo estilo que tratará de imprimir Quiroga en el PP, un síntoma de bisoñez o si se encontraba "descentrada" al percibir el interés del Gobierno vasco por lograr un acercamiento hacia los socialistas.