Caracas. A las nueve de la mañana, justo antes de que abran las puertas del cuartel de paracaidistas 4-F, doscientas personas guardan cola protegidas del sol que a esta hora empieza a calentar la capital venezolana. Vienen a visitar la tumba de Hugo Chávez en la primera de las dos jornadas de reflexión. Para llegar hasta aquí, hay que atravesar el barrio 23 de enero, posiblemente el feudo chavista más activo de Caracas. Para ir entrando en ambiente, el visitante irá leyendo los eslóganes que jalonan el ascenso a la colina: "Maduro, dales duro" o "con la derecha no se pacta".
Aquí, en este cuartel, fue donde Chávez dio el fracasado golpe de Estado el 4 de febrero de 1992 y renunció con aquel "por ahora", que resultó profético. Luis Monroy, el voluntario de la milicia bolivariana que ejerce de guía, se refiere a aquel episodio como "pronunciamiento militar popular", quizás para distinguirlo del golpe de Estado del que se cumplen estos días once años y desplazó por tres días a Chávez del poder -del 11 al 14 de abril de 2002-.
Al mausoleo con los restos de Chávez se accede por un pasillo "con las banderas de los países amigos de América Latina, una unidad indispensable para defendernos de otros imperios, como el yankee o Europa. Sólo unidos resistiremos", enfatiza el guía.
Accedemos a un atrio en el que cuatro soldados con traje de gala custodian la tumba de Hugo Chávez. Devotamente, algunos con lágrimas en los ojos, desfilan y acarician el frío mármol en el que se lee la letra de una canción del cantante y activista político ya fallecido Ali Primera anunciando "la alborada de un mundo nuevo, una patria socialista".
A la derecha, una capilla con dos fotografías del finado. Mis acompañantes bisbisean una oración y yo imagino que debe ser algo parecido a "Hugo Chávez que estas en los cielos...". Después, varias galerías con fotografías donde se repasa la vida de Hugo Chávez, el militar, el político, el que posa con Naomi Campbell y el que sujeta niños en brazos y besa a ancianas con camiseta roja. Contra lo que cabía esperar, aquí no se habla del famoso pajarito que revoloteó y silbó a Nicolás Maduro, o de toda esta mística que tanto ha aparecido en la campaña. Parece que, al menos el estamento militar, prefiere una buena dosis de historia reciente de Venezuela.
Al despedirnos, Monroy grita "¡Chávez vive!, y otros diecinueve responden al unísono: "¡La lucha continúa!". Fuera, entre los árboles, se escuchan trinos de pájaros en la eterna primavera caraqueña.